El estado de una nación profundamente dividida

<p>El estado de una nación profundamente dividida</p>

Bush no logró inspirar, ni persuadir, ni sobre Irak, ni sobre cualquier otra cosa
Comentario Editorial

“Démosle una oportunidad a la guerra”: ese fue el mensaje principal del discurso chato y falto de ambiciones de George W. Bush sobre el Estado de la Unión del martes. Pero los críticos de su plan de enviar más tropas a Irak, obviamente, no se aplacaron con su petición de más tiempo para desarrollar una política que nunca ha parecido que pague dividendos.

Bush intentó con todos sus viejos trucos para sumar respaldo, sugiriendo que aquellos que se oponen a su escasamente creíble plan de una marea de soldados, sencillamente le están serruchando el piso a los valientes muchachos, que ya están combatiendo en el extranjero. Trató de aterrorizar al electorado con predicciones de un futuro de más terror, si Estados Unidos es derrotado en Irak.  Añadió un poco de peligrosos regaños a Irán -insistiendo en que Teherán está cultivando el próximo al-Qaeda- para justificar un plan para irak que la mayoría de los estadounidenses rechaza de plano.

La tibia reacción de ambas partes dejó claro que, sencillamente, es demasiado tarde para que se logro un consenso bipartido sobre este problema: Bush desperdició su última posibilidad de unificar a una nación mediante el apoyo a una solución para Irak, cuando descartó el informe Baker-Hamilton. A menos que el Congreso pueda aunar el coraje y la determinación de reducir los fondos para el plan (lo cual parece altamente improbable, sin importar las muchas irritantes resoluciones no vinculantes apruebe), probablemente Bush haga lo que siempre ha hecho en la guerra contra el terrorismo: salirse con la suya, y al diablo con la oposición.

Sin embargo, Irak no fue el único centro del discurso del martes: Bush trató igualmente de distraer al país del tema de la guerra. Luchando por sonar importante en un mundo donde los demócratas tienen la mayoría en el Congreso, Bush trató de capturar la imaginación nacional con iniciativas internas que incluyen reducir el consumo de gasolina y extender los servicios de salud a más estadounidenses no asegurados.

Pero resultó un menú magro, escaso de nuevas ideas sustantivas y especialmente carente de propuestas que tengan alguna posibilidad de sobrevivir en el nuevo Congreso demócrata.

Bush clamó por una reducción de 20% en el consumo de gasolina durante 10 años, y por un incremento enorme en combustibles alternativos. Pero es que los presidentes de EEUU han estado prometiendo alcanzar la independencia energética desde Richard Nixon, en los años de 1970, y el plan enfrenta muchos obstáculos. Es difícil creer que este presidente políticamente incapacitado pueda hacer de la energía su legado.

Sus propuestas de usar los impuestos para subsidiar el “healtchcare” para los carentes de seguros es más interesante, pero difícilmente más viable políticamente. Algunos líderes demócratas fustigaron el plan aún antes de que se diera a conocer públicamente: muchos de ellos están guardando celosamente el tema para formar la plataforma principal de su campaña presidencial de 2008.

Ese era, quizás, el mensaje real (si bien, no expresado) del discurso del martes. Sobre política interna, hay demasiado por hacer por un presidente invalidado que enfrenta un Congreso hostil -lo que solo puede tentar a este presidente en particular a ejercitar más sus músculos con la política exterior. Y estas podrían no resultar buenas noticias para el país -ni para nadie.

VERSION IVAN PEREZ CARRION

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