El sentido de los límites contra el uso desnaturalizado de los recursos públicos y la reincidencia de exigir a empleados gubernamentales asistir actos del oficialismo pasa preocupantemente a desdibujarse a medida que los partidos políticos, incluyendo el que dispone del poder, se adentran como carros sin frenos en el activismo electoral ¿Cómo negar que la gruesa y costosa propaganda de exaltación y encomios hiperbólicos que giran en torno a obras terminadas, en proceso o como proyectos estatales está dirigida a conquistas electorales? Un gasto que sale del Tesoro Nacional glorifica a todo dar la figura central de una gestión enfocada con sus hechos en la reelección, sin impedimento legal para proponérselo ni obligación de admitirlo desde ahora. Además ha pasado a ser demasiado visible la actuación de algunos funcionarios medios que manejan nóminas y llaman a sus subalternos sin discreción y hasta empleando mensajes electrónicos que parecen dictados por la soberbia, a mostrar «lealtad» subiendo al tren de la permanencia en la Cosa Pública aunque parezca primar desde altas instancias un discurso de desaprobación a tal aplicación abusiva de autoridad. Repetición de lo ocurrido en la historia dominicana desde las posiciones de mando de una burocracia llevada previamente a lo descomunal.
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Corresponde a quienes dirigen el Estado apoyarse en alguna medida en la difusión de mensajes útiles a diversos fines de bien social sin que se palpe en ellos, como ocurre ahora, un desbordado interés proselitista.