El Estado Palestino

El Estado Palestino

En una conferencia ante el caucus de presión judío en Estados Unidos, el 21 del presente mes de junio, el presidente Barack Obama expresó, más bien prometió “usar todos los poderes creativos de mi gobierno para conseguir la paz en Oriente Medio”, acto proselitista reeleccionista, donde recaudó unos US$2.0 millones en cubiertos pendulantes entre los US$20 mil a US$38 mil.

El gobernante del imperio tenía ante sí al poderoso American in Support of Strong US-Israel, que agrupa la enjundia financiera judía-norteamericana, un poder decisorio en todo gobernante norteamericano por razones obvias.

John J. Mearsheimer y Stephen M. Walt dimensionaron esos grupúsculos de presión en su formidable obra El lobby israelí, que reposa en la modesta biblioteca del suscrito, lo que me resta de todo cuanto he obsequiado.

El asunto es que el tiempo de decir y propiciar por la fundación formal del Estado Palestino, mientras no se procede con hechos en consecuencia, cierto que perimió en la paciencia y creencia de la aldea planetaria, incluyendo, claro está, desde hace tiempo, al suscrito.

Siete tratados, como Los Siete Pilares de la Sabiduría de T. E. Lawrence o mejor conocido como Lawrence de Arabia, han despeñado en el fracaso y más que esa definición, otra más correcta, soberana burla de todos los gobernantes del imperio en connivencia con sus secuaces israelíes y el despreciable dictador depuesto egipcio Hosni Mubarack, que trancó el paso de medicinas, alimentos y combustibles a los 1.5 millones de palestinos encerrados en la cárcel de la Franja de Gaza de 40 kms. de largo y 380 kilómetros cuadrados de penurias, idéntico al ghetto de Varsovia.

Es el momento propicio para que las Naciones Unidas revaliden la resolución 181 del 29 de noviembre de 1947 que creó dos estados, uno judío y otro árabe, para la vecina sesión extraordinaria de septiembre y proclamar, vinculante, la reiteración del Estado Palestino y no joder más con el tema.

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