El Estado, ¿permitiremos que siga venciendo?

El Estado, ¿permitiremos que siga venciendo?

En mayo 2007, en ocasión de reconocer su derrota en las primarias internas del PLD, Danilo Medina declaró que lo venció el Estado: “El Estado ganó… se impuso el Estado”. Ahora, con la aprobación de la posibilidad de primarias abiertas, el Estado sigue venciendo más: Hizo que fuera la oposición la que protagonizara la iniciativa viabilizadora de su triunfo y que ésta se sintiera orgullosa de haberle facilitado las cosas hasta vanagloriarse ostentosamente de ello.
La aprobación de primarias abiertas, aquí y ahora, viabiliza la posibilidad que Danilo Medina pueda lograr la nominación presidencial valiéndose del uso de recursos públicos.
Así, el Estado, su gobierno administrador, podrá seguir venciendo. Dominado el poder político, ni los partidos ni la democracia se fortalecerían como se aspiraba con la ley de partidos.
Esto es especialmente válido ante el presente gobierno que se sustenta en la errónea concepción socializante de un Estado predominantemente mediático, de gran tamaño, clientelista y populista, mediante empleomanía y subsidiados; y cuya maquinaria partidista se encarga de garantizar, cruzando cédula de identidad de los beneficiados del Estado con los padrones de votación, que estos ejerzan el sufragio a favor del candidato oficialista.
Así, estarían acrecentando el control político de la nación; con el agravante que el financiamiento de este control se haría con recursos nutridos con impuestos que pagamos contribuyentes, lo que significa que muchos pagaremos impuestos para financiar un partido y un modelo político que no compartimos.
Como los partidos opositores no tendrán acceso a esa posibilidad, el partido de gobierno puede tender a convertirse en dominante único hasta constituir un peligroso trinomio partido-gobierno-Estado.
Es de esperar que esta tendencia dominante expanda sus próximos tentáculos de dominación hacia un mayor control de la economía en cierta forma ya pre-estatizada vía uso predominante de recursos del sistema financiero, estatización de instituciones concebidas para operar privadamente como bolsas de valores y servicios de salud, dependencia a compras y suplidores para subsistencia de empresas privadas, participación de funcionarios en negocios oficiales, etc.
Lo que se ha decidido ahora en materia de ley de partidos y el recurso que se ha valido el gobierno para obtener su aprobación, logrando que sean los partidos opositores los que le superaren el impasse hasta sentirse ostentosamente orgullosos por ello, colocan a la nación en una delicada y peligrosa situación de democracia sin partidos opositores.
Al menos hasta que surja, como indefectiblemente tendrá que surgir, un nuevo esquema de contrapeso opositor al predominio gubernamental, si es que queremos mantenernos inscritos en una democracia sostenible y perfectible.
¿Permitiremos que el Estado siga venciendo hasta alcanzar peligrosas proporciones?.

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