El estrabismo político

El estrabismo político

Las circunstancias suelen ser tan caprichosas como el favor de los poderosos o el amor de las mujeres. Pueden acompañar al afortunado hoy y abandonarlo mañana, transformando repentinamente su suerte en desdicha. Los acontecimientos cambian velozmente, y cuando nos percatamos de los estragos de su irresistible fuerza dialéctica, hace tiempo que se ha operado una modificación en nosotros mismos.

Con sobrada razón Heráclito incorporó en la filosofía de su tiempo el concepto del «devenir» o flujo, cuyos efectos se hacen sentir en todas las cosas.

Ese cambio permanente al que estamos sometidos ha servido a escritores modernos, entre los que se destaca Alvin Toffler, para aventurarse en formular predicciones racionales sobre el acontecer social. Es lo que se conoce como la sociología del futuro, la cual se elabora observando las tendencias de los distintos conglomerados sociales. En los países más desarrollados se toman en consideración los estudios y conceptos de esta naturaleza para adoptar preventivamente los correctivos a eventualidades que podrían presentarse.

Un amigo me razonaba en días pasados que mientras las naciones más industrializadas están planificando la solución de sus problemas para los próximos 20 años, en esta zona del mundo únicamente nos preocupamos por especular sobre el futuro político inmediato. Más claramente, nuestra miopía es tan aguda, que somos incapaces de fijar la atención en un escenario distinto al de las notorias incongruencias políticas que nos obnubilan.

Resulta curioso que cifremos nuestras expectativas en quienes no tienen la más mínima comprensión social. Carecen, incluso, de la intuición indispensable para percatarse de lo que les conviene a ellos mismos. )Cómo entonces pretender que puedan paliar las necesidades colectivas cuándo no atinan a patrocinar las medidas que resulten beneficiosas a sus propios intereses partidarios? La improvisación, los desaciertos y el inmediatismo son normas habituales de nuestra cultura política.

No ha terminado un gobernante de juramentarse cuando ya empieza a esbozar su estrategia reeleccionista. Vamos a limitarnos al último caso, por ser el más reciente. Hace dos años se modificó la Constitución para permitir la repostulación del actual mandatario, y quienes propiciaron dicha enmienda intentaron rebajar el porcentaje para ganar en primera vuelta. Ahora bien, )cuál hubiese sido su suerte si hubiesen alcanzado su propósito de disminuir en un 40% la mayoría indispensable para obtener el triunfo en la primera ronda de votación? Sencillamente no habría segunda ronda de votaciones, toda vez que la única posibilidad a que apuestan los dirigentes del PPH es precisamente que Leonel Fernández no alcanzara la mayoría absoluta que ellos mismos trataron de eliminar.

En otras palabras, lo que era un objetivo hace dos años, por el cual se desprendían de lo que fuese necesario para lograrlo, constituye ahora su única y remota tabla de salvación. De haberse materializado en su totalidad las espurias ambiciones que motivaron la modificación constitucional del 2002, se hubiesen liquidado ipso facto. Sin embargo, las encuestas reflejan que la ira popular es tan grande que no hay escenario posible para que el grupo gobernante pueda retener el poder.

Los que no son capaces de observar más allá de la curva, de percatarse del papel que juegan las circunstancias, de percibir lo que les podría convenir a ellos mismos, están completamente descalificados. )Cómo entender lo que podría resultar beneficioso para los demás si somos incapaces de determinar lo propio para nosotros mismos? Hay que predicar con el ejemplo, sin recurrir a esa retórica demagógica que tiene hastiado a la mayoría.

Los actuales momentos exigen reflexión, conciencia, madurez, que se imponga la razón por encima de los sentimientos, y evitemos el colapso de la sociedad dominicana.

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