El Ethos que se compadece

El Ethos que se compadece

Leonardo Boff

El ethos, para ser plenamente humano, necesita incorporar la compasión. Hay mucho sufrimiento en la historia, demasiada sangre en nuestros caminos e interminable soledad de millones y millones de personas, cargando solas, en su corazón, la cruz de la injusticia, de la incomprensión y de la amargura. Tal es la condición humana de seres que son la convergencia de las contradicciones. El ethos que se compadece quiere incluir a todos esos en el \»ethos\» humano, es decir, en la casa humana, donde hay acogida y donde las lágrimas pueden ser lloradas sin vergüenza o ser enjugadas cariñosamente.

Pero primero necesitamos hacer una terapia del lenguaje, pues compasión tiene en la comprensión común connotaciones peyorativas. Tener compasión significa apiadarse del otro por considerarlo desamparado, sin fuerza interior para erguirse. Supone la actitud de alguien que mira de arriba a abajo, humillándolo.

En el cristianismo de los primeros tiempos, sin embargo, compasión era sinónimo de misericordia, esa actitud generosa que quiere compartir la pasión con el otro y no dejarlo solo con su dolor. Eso no es hacer \»caridad\», criticada por el poeta y cantor argentino Atahualpa Yupanqui: \»desprecio la caridad por la vergüenza que encierra. Soy como el león de la sierra: vivo y muero en soledad”.

En el budismo la compasión es considerada la virtud personal de Buda. Por eso es central y está ligada a la pregunta que dio origen al budismo como camino espiritual: \»¿cuál es el mejor medio para liberarnos del sufrimiento?” La respuesta de Buda fue: \»por la compasión, por la infinita compasión\». El Dalai Lama, como ya hemos escrito en esta columna, actualiza esa respuesta ancestral así: \»ayuda a los otros siempre que puedas y si no puedes, jamás los perjudiques\».

Dos virtudes realizan la compasión: el desapego y el cuidado. Por el desapego renunciamos a poseer las cosas y las respetamos en su alteridad. Por el cuidado velamos por su bienestar y las socorremos en su sufrimiento.

La compasión tal vez sea la mayor contribución ética y espiritual que Oriente ha dado a la cultura mundial. Lo que hace penoso el sufrimiento no es tanto el sufrimiento mismo, sino estar solo en el sufrimiento. El budismo y también el cristianismo convocan a establecer una comunión en el sufrimiento para que nadie quede solo y desamparado en su dolor.

Como el amor y el cuidado, la compasión tiene un campo de realización ilimitado. No se restringe solamente a los seres humanos, sino a todos los seres vivos y al cosmos. El ideal budista de la compasión nos enseña cómo relacionarnos adecuadamente con la comunidad de vida: primero respetar su alteridad, después convivir con ella, cuidar de ella y en especial regenerar a los seres que sufren o están bajo amenaza de extinción. Y solo entonces beneficiarnos de sus dones, en la justa medida y con responsabilidad, en función de aquello que necesitamos para vivir de forma suficiente y decente.

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