¡El éxito del fracaso!

¡El éxito del fracaso!

Martin Buber decía que “La Biblia es la historia de los desencantos de Dios (y añade) ‘que, el punto de vista bíblico proclama que el camino… desde la creación hasta el Reino está cubierto no con una superficie de éxitos, sino más bien cubierto de profundas fallas”. Creo que implica que ‘la ausencia de Dios en nuestros planes determina nuestro fracaso. Es quizás por esto que ‘el legado más importante de muchos de nuestros líderes cristianos sean sus fracasos.  

Como líderes, hemos tenido que armarnos de valor para descubrir y aceptar nuestras propias fallas cuando tenemos que responder a las etapas de fracasos que nuestro Dios nos ha permitido vivir. Uno aprende que los ‘fracasos’ no son más que la escuela que Dios usa para enseñarnos a depender ‘totalmente’ de su Gracia y su Misericordia motorizada por su gran sabiduría. La mayoría de las veces se nos olvida que a Dios no tenemos que ‘ayudarlo’ ni darle ‘una manita’ para que sus propósitos se lleven a cabo en la vida de sus hijos.

De hecho, es más fácil juzgar las circunstancias y tratar de interpretarlas a la luz de las experiencias humanas, que buscar las respuestas en el Dios sabio que nunca ha perdido el control de sus planes, no importa cuán confusos e irracionales los mismos parezcan ser. Es como el título de un famoso libro, ‘Cuando lo que Dios hace no tiene sentido”. Claro, no tiene sentido para sus criaturas que las creó con una mente finita e incapaz de descifrar los misterios que rodean la vida humana a la luz de lo temporal y lo eterno. Como lo expresa  Pablo, ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos!

Nunca podremos entender cómo es que Dios pretendiendo crear una nación compuesta de hombres y mujeres guiados por principios eternos, decide depender y descansar en situaciones que parecen no tener sentido, por ejemplo:

1.   Para ser la madre de muchedumbre elige a una mujer estéril: Sara (Hebreos 11:11);

2.   Para ser padre de las naciones llama a un hombre, Abram, que se caracterizó por tener muchos recursos temporales, pero por ser al mismo tiempo muy débil de carácter, situación que le llevó a tratar de ayudar a Dios para que se cumplieran Sus Propósitos de ser bendición a todas las naciones de la tierra: Esto lo hizo teniendo un hijo a sus 86 años con una mujer que no era la elegida, pero que no era estéril como su esposa; además se distinguió por usar ‘la mentira’ como una forma de tratar de ayudar al Dios que le había hecho la promesa de ‘ser padre de multitudes’ en situaciones que no se podían entender (Génesis 16:15; 20:5);

3.   También, decide elegir una familia, que como la de Abram, hablaba un lenguaje diferente al lenguaje que se hablaba en el lugar a donde fue llamada (Ur de los Caldeos a Canaán);

4.   Llama a una familia, que como la de Abram seguía tradiciones culturales muy diferentes a las de los pueblos que habitaban la región de Palestina. (la región de Canaán representaba un choque cultural para Abram y su familia: lenguas diferentes, escrituras y lectura diferentes, y experiencias culturales también diferentes. Por ejemplo la lengua Akadian que conocía Abram se escribía de izquierda a derecha, a diferencia de la lengua de los Cananeos, de donde nace el Hebreo, que se escribía de derecha a izquierda y no había espacio entre las palabras)

Encima de todo esto, para lograr sus propósitos, Dios sigue dependiendo de individuos que como Jacob representaban fielmente el significado de sus nombres: Jacob quiere decir “Engañador.”   En adición a esto vemos que trabaja con individuos como David cuya vida familiar tuvo mucho que desear; siendo además derramador de sangre, adúltero y faldero. Usó a un Moisés que se distinguió por una vida iracunda, impaciente, insensible a las necesidades, y dispuesto aceptar que Dios matara cuando se tratara de cuestionar su liderazgo.

Esta corta reflexión nos lleva a tener que identificarnos con una de dos alternativas: primero, aceptamos la sabiduría divina rodeada de nuestra incapacidad para interpretar sus acciones, pero reconociendo que el Dios todopoderoso está sentado en Su trono y nunca falla; o segundo, descansamos en nuestra propia capacidad humana, caracterizada por la tendencia a tomar decisiones alejadas del propósito divino, y que de seguro nos llevarán al fracaso total. La primera alternativa descansa en el Dios todopoderoso; y la segunda descansa en nosotros mismos, seres humanos creados con una mente finita e incapaz de entender lo eterno a la luz de lo temporal. Esto implica que Dios nos creó para que intencionalmente dependiéramos totalmente de su dirección dando como resultado el éxito en nuestras vidas. ¡La decisión es nuestra: Dios o nosotros; su éxito o nuestro fracaso!

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