El éxito del reciente paro general

El éxito del reciente paro general

Pocos dudaban de que el reciente paro general convocado por una diversidad de organizaciones populares y comunitarias, encabezadas por el Foro Alternativo terminara de manera exitosa.  El éxito estaba garantizado por la inusual adhesión militante de sectores humildes ligados o no al chiripeo, de capas medias, eclesiales, políticos, gremiales, sindicales,  políticos y de algunos pertenecientes al mundo empresarial que si bien expresaban su desacuerdo, al hacerlo establecían unos matices que, de hecho, fueron expresión de apoyo al referido paro.

Que esta acción haya concitado el apoyo de ese abanico de actores no fue por pura casualidad. Es la expresión de que en muchos sectores populares y de la izquierda crece la conciencia de que en las actividades de protestas,  como los paros o huelgas generales, que requieren la participación de actores de las esferas sociales, políticas y económicas del país, el recurso a la violencia, por su efecto desmovilizador, no debe tener cabida.

También, porque fue preparado con tiempo y porque a diferencia de otra época, las demandas fueron limitadas y no un rosario de reclamos, a veces vagos y extravagantes, en los cuales cada uno de los convocantes creía dejar expresada sus particulares consignas políticas. Los convocantes supieron recoger el vasto sentimiento de repulsa a la forma en que este gobierno conduce la cosa pública, a los interminables actos de corrupción e impunidad en algunas esferas del gobierno, sin que se exprese una voluntad de ponerle coto.

Otro elemento a destacar de esta jornada cívica y política es que muchos sectores han expresado su convicción de que debe reconocerse el derecho a la protesta, incluso cuando ésta se lleva al punto de huelga o paro general. En todos los países con determinados niveles de desarrollo institucional, ese recurso es usado y permitido por los gobiernos, sin que se llegue al chantaje, al uso de la fuerza y de la violencia para desmontarlo, la militarización de país, como es frecuente que aquí ocurra y esta vez no fue excepción.

En efecto, los relativamente pocos y lamentables casos de violencia que hubo durante la  jornada no pueden ser desligados de esa propensión al recurso de la prepotente violencia verbal de algunos personeros de los gobiernos de turno, de la inveterada tendencia a impedir todo tipo de manifestaciones en las calles, al recurso de la violencia policial y a la descalificación del adversario de parte de los partidos en el poder, como es el caso, y de las plumas a su servicio que llegan a abyección  de decir que los partidos de oposición, por tener representación en el Congreso y los  ayuntamientos, no deben apoyar y exhortar a su militancia a que se sumen a un paro o huelga general, porque se extralimitan en sus funciones. Una perla.

Finalmente, hay que valorar que ningún partido pudo capitalizar la jornada de protesta. Si la apoyaron, lo hicieron con legítimo derecho y con lógico sentido de oportunidad del ejercicio de oposición política. Igualmente debe reconocerse la expresa voluntad de los convocantes de no hacer de este paro un simple evento, sino un acto de oposición responsable y sostenida.

 El pueblo habló.

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