El exordio de Dostoievski

<p>El exordio de Dostoievski</p>

POR LUIS O. BREA FRANCO
En marzo del 1845 Dostoievski termina su primer relato: “Pobre gente”, y en mayo, después de superar varios ataques epilépticos, lee a su amigo el escritor Dmitri V. Grigoróvich –quien alcanzaría renombre por sus novelas: “La aldea” y “Antón Gorémyka”- la narración, escrita en forma de un intercambio epistolar entre un insignificante burócrata de mediana edad -un humilde copista nombrado Makar Devushkin, que ocupaba el último de los rangos del servicio civil perdido en alguna oficina estatal en Petersburgo- y una joven pobre y desvalida, que apenas acababa de superar la adolescencia, de la que es lejano pariente y de la que está enamorado, teniendo claro, sin embargo, la imposibilidad de tal relación.

Se sabe cual fue el desenlace de esta lectura. Grigoróvich, conmovido, tocado en las fibras más íntimas de su corazón, pide en préstamo el manuscrito para hacerlo conocer al poeta Nekrásov, quien sería considerado posteriormente como el más relevante poeta social de su generación. Ambos leyeron emocionados hasta las lágrimas la novela y al terminar la lectura, a las cuatro de la madrugada, corrieron a la habitación de Dostoievski para manifestarle su emoción ante la nueva obra y congratularse con él.

Al día siguiente, Nekrásov llevo a Belinski el relato para que lo conociera y juzgara. La historia registra el deslumbramiento del crítico, quien lo saluda señalando: “es el primer intento de novela social que jamás hemos tenido”.

Desde ese momento comienza para Dostoievski una fugaz, intensa y sumamente dolorosa experiencia de la fama, pues el novel escritor no supo establecer la necesaria distancia entre lo que se decía y admiraba de su obra frente a la realidad de su persona y aprender, desde tal toma de conciencia, a manejarse al respecto.

Dostoievski pecó socialmente adoptando un insoportable engreimiento. Algunos meses después, su excesiva vanagloria y egoismo, su actitud inmadura e impetuosa acompañada de su ingenua y espontánea sinceridad lo transformó en objeto predilecto de las burlas del círculo de amigos de Belinski –conocido como la Pléyade-, compuesto por talentosos escritores jóvenes y brillantes, que se consideraban la elite de la “inteligentsia” occidentalista, entre los que destacaban Turguéniev, Nekrásov, Goncharov, Saltykov-Schedrín, y ocasionalmente, cuando visitaban Petersburgo, el poeta Ogarev y Herzen, quienes residían en Moscú.

No puedo entrar ahora en minuciosidades analíticas sobre la obra primeriza, excelente para un escritor en sus primeros pasos, pero que si es considerada desde las grandes obras posteriores, disminuye en dimensión e importancia.

Diré únicamente que la novela revela, por asumir la forma de intercambio epistolar -tal como ha señalado George Steiner, siguendo a su vez a Goethe-, el carácter trágico, la vocación dramática, que ha de dominar en la obra de Dostoievski. Además, muestra el talento del escritor para insinuar al lector lo que callan o encubren los remitentes.

Habría que resaltar también, por lo menos dos matices de índole psicológica, que muestra la capacidad analítica del autor. Estos son, por un lado, la quisquillosidad de los pobres ante la necesidad de que se les respete su dignidad: “El pobre es exigente; tiene una visión diferente del mundo de Dios…; se fija en cada palabra, preguntándose si acaso no estarán hablando de él, si no estarán diciendo que es feo…”.

Por otro lado, la novela revela otro rasgo psicológico sútil: la repulsión que manifiesta la joven frente al amor que le profesa el burócrata no le impide torturarlo pidiéndole realizarle favores absurdos, que necesariamente dañarían su amor propio. Dostoievski nota, que generalmente atormentamos, más que a nuestros enemigos, a quienes nos aman y se desviven por nosotros.

¿Cuál era la formación del escritor al momento de publicar su primer relato? Dostoievski era ingeniero militar graduado de la Escuela de Ingenieros de Petersburgo –estudió allí entre 1838 y 1843-; y al concluir sus estudios permaneció aún un año en el servicio militar activo; solicitó y obtuvo su baja en el año 1844.

En la escuela militar se convirtió en un lector insaciable de literatura, primero de escritores clásicos: Racine, Shaskepeare, Goethe, Schiller, y posteriormente de escritores europeos de su época: Eugéne Sue, Víctor Hugo, George Sand, Balzac, Walter Scott y E. T. A. Hoffmann. De los rusos, admiró sobre todo a Pushkin y a Gógol -leído éste último desde la interpretación que sugería Belinski.

En sus relaciones con la Pléyade Dostoievski conocerá a los que serán sus grandes contemporáneos, y también, en algunos casos, a quienes consideraría como sus grandes antagonistas, entre los que destacaría el gran novelista y poeta Iván Turguéniev. Además, conocerá –superficialmente- a quien sería considerado posteriormente como el padre del populismo ruso, amigo entrañable de Belinski, el liberal socializante Aleksandr Herzen, así como también, al fundador del anarquismo revolucionario Mijail Bakunin…Todos ellos están retratados, de alguna manera más o menos clara, en la novela “Demonios”.

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