El exótico encanto del ballet “La Bayadera”

El exótico encanto del ballet “La  Bayadera”

El ballet “La Bayadera” forma parte del repertorio de las grandes compañías de ballet clásico, pero su montaje significa un reto aun para cualquier agrupación profesional.
La osadía de Alina Abreu de presentar con su academia este ballet completo, -por primera vez en el país- es digna del mayor encomio, en la sala Carlos Piantini del Teatro Nacional Eduardo Brito el viernes, sábado y domingo pasados.
Inspirado en los poemas “Sakuntala” y “La carrera de arcilla”, del poeta hindú Kalidasa, Marius Petipa crea su ballet “La Bayadera”, con música de Ludwig Minkus, fue estrenado en el Teatro Mariinskii de San Peterburgo, el 23 de enero de 1877.
Petipa lleva la acción a oriente, que tanto seducía entonces por su exotismo, llegando hasta nuestras días con modificaciones, pero manteniendo el espíritu del ballet.
El argumento narra a grandes rasgos, la desventurada historia de un amor imposible entre Nikiya, la bayadera del templo, y el joven guerrero Solor, que no obstante su juramento de amor eterno, debió casarse con la maléfica Gamsatti, hija del Rajah.
El ballet complejo por su estructura y complicada historia, posibilita múltiples escenas, lo que lleva a la dirección de la Academia a utilizar un gran número de estudiantes, bailarines noveles, con mayor o menor nivel, que no obstante, arrojan un saldo positivo, especialmente cuando intervienen en las danzas de sabor hindú; los bailarines principales elevan la calidad de la danza.
Esta bayadera ha sido un espectáculo fascinante, las distintas escenografías obras de un profesional como Fidel López, recrean la atmósfera vital de este ballet de un romanticismo tardío, en el que aun se mezclan la realidad y la fantasía con seres etéreos o “sombras” específicamente; el magnífico diseño de luces de Bienvenido Miranda y Emmanuel Ferry, enfatizan el ambiente fantástico de ensoñación y misterio que se transforma una y otra vez.
Otros elementos esenciales a destacar, son el vestuario y la utilería, adecuados al ambiente oriental del ballet, fina realización de Magaly Rodríguez.
Basada en el original de Petipa, Alina Abreu reduce apropiadamente el ballet a dos actos, con dos escenas cada uno. En el “bosque sagrado, delante del templo”, apreciamos el excelente desempeño del bailarín Alexander Duval en su rol protagónico de “Solor” y el histrionismo de Hernán Del Orbe, una especie de escudero, de “Solor”.
La bayadera Nikiya es interpretada por Lisandra Toro, exquisita bailarina lírica dramática. Destaca el coro de las bayaderas con sus estilizadas danzas, así como la de los “fakires”, siete bailarines en escena: Brandy Mejía, Hendel Herrera, Kelvin Mena, Jeremy Caro, Steeven Marcel, Wilmer Minyety y William Rosario, todos con buen nivel. La escena cambia entramos al Palacio, donde se encuentra “Gamzatti” -hija del Rajah- interpretada por Allison García, bailarina de excelente técnica, que se decanta en el “pas de deux” junto a Alexander Duval, preciso en sus variaciones y saltos. Se suceden momentos, especie de divertimento, donde la danza fluye, pero además fluye el potencial dramático de cada intérprete, la muerte de Nikiya es el punto culminante de la acción dramática.
El hermoso interludio musical, nos lleva al “Reino de las sombras” plano irreal, -el sueño de Solor- donde las bayaderas del templo transformadas en espíritus, descienden una a una, en un plano inclinado como línea serpenteante, en sencillos “arabesques”, oportunidad de lucimiento para el grupo.
Cuarenta bailarinas en escena, es algo novedoso y sorprendente. Destacan tres “sombras” tres talentosas bailarinas: Camila Hernández, Carmen Arredondo y Grace Batista.
De vuelta al plano real, tras el despertar de Solor en “El templo”, se produce una atractiva escena, en la que a la sombra del Gran Buda, “Tara” el ídolo de bronce, encarnado por Camila Hernández, ofrece una atractiva danza ritual de gran precisión hierática.
El Rajah –Sebastián Nuñez- los novios, Solor y Gamzatti, realizan una danza, pero Solor es atormentado por la visión de Nikiya, condición perfectamente proyectada.
Tras la ceremonia nupcial realizada por el Gran “Brahmán” –Pablo Pérez- los dioses descargan su ira, el momento es de un realismo impactante, el templo y todos los presentes son destruidos, mientras la música de Minkus “in crescendo” propicia el apoteósico final.
En el más allá las almas de Nikiya y Solor se encuentran; Lisandra Toro y Alexander Duval producen un instante idílico, conmovedor en el escenario.

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