El odio se expandió por el mundo cuando aparecieron los miles de creyentes en teorías religiosas que multiplicaron sus hipótesis y dogmas portándose muchos como fanáticos, que es lo que mantiene en guerras a pueblos del cercano y medio oriente, donde un Supermán terrestre llamado Benjamín Netanyahu quiere exterminar a todo aquel que haya lastimado a su gente, sin importar si sus niños, madres, abuelos o hermanos inocentes tengan que pagar con su muerte los errores de sus agresivos familiares y tampoco le importan el diálogo y los acuerdos de paz hasta que no haya un solo sobreviviente de sus enemigos, demostrando que su odio es irreversible.
Puede leer: Dos refranes, dos tragedias
Si damos crédito a la filosófica “teoría de los contrarios” no importa si el odio fue primero que el amor o viceversa, porque siendo contrarios uno está dentro del otro y al desarrollarse sus fuerzas se expresan iguales.
Por eso en estos días navideños quisiera que a Netanyahu le recordaran la sabia reflexión “el odio es el amor frustrado” y tal vez entendería que su frustración lo ha enloquecido.