El fantasma de Irán

<p>El fantasma de Irán</p>

PEDRO GIL ITURBIDES
Los líos de Irak sirven de contén. Pero el hecho de que los servicios de inteligencia de Estados Unidos de Norteamérica encuentren vestigios de sustancias producidas en Irán entre los restos de las bombas tiradas en Irak, debe preocuparnos. Sobre todo porque tales indicios son primos hermanos de las informaciones de seguridad que vinculaban a Saddam Hussein con Al Qaeda. Y los resultados de tan desastrosas visiones son sufridas todavía por el pueblo estadounidense.

No niego que Irán esté detrás de algunos de los grupos terroristas que operan en Irak. Me atrevo a decir que el gobierno iraní se encuentra tras muchos otros esfuerzos en el Asia Menor, destinados a destruir la imagen de Estados Unidos de Norteamérica. Pero George W. Bush, cuya ligereza se manifestó al vincular a Hussein con Al Qaeda, debe ignorar estas otras evidencias. Un paso en falso sobre Irán y los acontecimientos subsecuentes nos sobrecogerán a todos.

Los iraníes no se atreverán a actuar abiertamente. No sólo porque estarían apuntalando a un virtual enemigo, sino porque saben que una franca exposición les resulta peligrosa. Y ello, aún en el caso de que las ligerezas de Bush pudieran ser contenidas por el Congreso dominado por los demócratas. De manera que estarán metiendo las manos en el conflicto de la manera solapada en que lo hacen hoy día, sin un compromiso definido frente a los disidentes iraquíes. En consecuencia, lo mejor para la política exterior de Washington es ignorar esa participación.

Es probable que las informaciones difundidas a tenor de supuestas infidencias en el sistema oficial de seguridad se dirijan a crear un ambiente favorable a la ofensiva de Bush en Irak. Es decir, el “colar” informaciones relacionadas con la ayuda iraní a los terroristas iraquíes probablemente no apunten a una ampliación del conflicto hacia el vecino persa. A lo mejor tienden a reforzar los pedidos del mandatario para que se le otorguen más recursos, y más soldados. Pero, ¿y qué ocurriría si por jugar con esas informaciones se organizan expediciones punitivas sobre Irán?

Después que una opinión de los cuerpos militares esté montada sobre esas infidencias, ¿quién podría detener la ofensiva? Conviene, por consiguiente, impedir desde ahora que esos fantasmas cobren cuerpo y sostengan un eventual movimiento de opinión basado en el temor al futuro. Después de todo, ese mañana tiene que ventilarse hoy, no sobre el espectáculo de la guerra, como han podido comprobar los estadounidenses, casi cuatro años después de la caída de Hussein. Los recursos a utilizar deben ser políticos, culturales y económicos.

Los treinta y tres muertos en el último mes pueden ser parte de esa ofensiva. Desde un tiempo atrás, los iraquíes únicamente se mataban entre sí. Una que otra vez liquidaban algún extranjero, pero los soldados estadounidenses lograban eludir los ataques del fanatismo iraquí. De pronto, desde que Bush comenzó a pedir más soldados para la coalición en Irak, han vuelto a sufrir cruentas bajas las filas de su país. ¿Coincidencia? Puede ser, y precisamente por ello conviene que el fantasma iraní sea contenido sin mayores dilaciones, en su justo contexto.

A Irán hay que vigilarlo. El Departamento de Defensa y todos los otros departamentos de Washington poseen tecnología de punta para que ello ocurra sin caer en mayores dislates. Tal vez no sea apropiada una vigilancia directa de la ríspida frontera que separa a iraquíes de iraníes. Pero tampoco es descartable este procedimiento, el más antiguo y siempre aconsejable de los métodos de investigaciones militares. También los estadounidenses son poseedores de sistemas de detección y detención en tierra, del trasiego de enemigos declarados. ¿Por qué no recurrir a éstos también?

Pero antes de pensar en nuevas quisquillas, los estadounidenses tienen que lograr el mejoramiento de la situación dentro de Irak, y en Afganistán.

Luego de superar los desastrosos resultados de la deposición de Hussein o de los talibanes, podrán meterse en otros líos. Pero ahora no.

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