El fantasma de la unidad reformista

El fantasma de la unidad reformista

VIRGILIO ÁLVAREZ BONILLA
Cuando el Partido Reformista quedó dividido como consecuencia de los resultados de la Convención de febrero del dos mil cuatro, buena parte de sus dirigentes más notables conformaron su propio grupo alrededor del Consejo Presidencial Reformista, el cual apoyó la candidatura del doctor Leonel Fernández Reyna en los comicios de ese mismo año.

Desde entonces, se han realizado grandes e ingentes esfuerzos para producir un reencuentro entre los dos grupos divididos.

Realmente los integrantes de ambos grupos piensan y actúan como reformistas, lo que los separa son intereses políticos, diferentes. Mientras uno propicia por una independencia de acción como fuerza opositora, otro está inexorablemente comprometido con el proyecto de nación que formula los integrales de la coalición encabezada por el partido de la liberación dominicana y dirigida por el presidente Fernández.

En los últimos días y luego de electas las nuevas autoridades del PRSC, han vuelto a surgir movimientos tendentes a reanudar los intentos de unidad de ese partido. El más reciente de esos intentos ha sido el encabezado por el señor Amable Aristy Castro, hábil político higüeyano que siempre ha estado a la vanguardia de los intereses reformistas. En principio ese intento que sin dudas está revestido de la mayor seriedad, parece tener gran resistencia dentro de muchos de los recién electos funcionarios del partido colorao, al juzgar de las declaraciones de algunos de ellos, como la electa vicepresidenta Alexandra Izquierdo, el secretario general Gómez Casanova y el senador Hazím Frappier para sólo señalar algunos de los principales contradictores al intento de Amable Aristy. Gómez Casanova y Hazím Frappier han mantenido una postura coherente en este sentido, ambos se han opuesto al reingreso de lo que ellos denominan los «disidentes», alegando de forma vehemente el cumplimiento estricto de los nuevos estatutos del partido que no contemplan la posibilidad de un retorno simple, y que por lo contrario establece con claridad la forma de reingreso de sus afiliados. Resulta extraño sin embargo que la nueva vicepresidenta del reformismo se acoja a igual parecer; recordamos que hace poco tiempo, la señora Izquierdo propugnaba por una apertura total, que conllevara al retorno de todos los reformistas sin obstáculo alguno. Comprendemos no obstante esa nueva posición; se trata de la segunda funcionara del escalafón reformista, y por lo tanto es entendible el cambio en su postura.

Pero sucede que el alegato de los estatutos no es del todo válido al enfrentar el problema de la división. Estos estatutos fueron modificados posteriormente a la separación del grupo encabezado por el ingeniero Carlos Morales Troncoso y adecuados con todo propósito a impedir el retorno de ese grupo a las filas de su partido, o mejor dicho a frustrar a priori todo intento de unidad partidaria. Debe entenderse que dirigentes del calibre de Morales Troncoso, Reid Cabral, Matos Berrido, Fernández Zueco, Margarita Peynado y Humberto Salazar jamás podrían regresar al reformismo institucional a no ser de la misma forma que salieron, por la puerta grande.

Nuestro parecer es que nunca de parte del grupo que hoy preside Antún hubo una real y sincera voluntad de abrir sus puertas en busca de una reconciliación que diera al traste con la división; por el contrario es evidente que poderosos intereses todavía decisivos dentro de ese grupo impedirán cualquier intento en es sentido. Fueron ellos los que montaron el mamotreto del Tribunal Disciplinario a todas luces violatorio a los «estatutos», mediante el cual se expulsaron muchos de los más importantes dirigentes del reformismo tradicional. Fueron ellos mismos los que en reiteradas ocasiones impidieron la ampliación de la Comisión Ejecutiva que permitiera la participación del sector que se les oponía. Son ellos mismos los que nunca permitirán una apertura sin rencores y sin limitaciones.

No creo que el grupo que representa el Consejo Presidencial del Reformista tenga oportunidad de integrarse a las labores dentro de un partido institucional, el tiempo ha pasado y otros para bien o para mal han ocupado los espacios dejados por ellos en ese partido. Lo recomendable para éste grupo, que sin dudas ha demostrado tener fuerza, sería que busque su propio destino político, y mantenga su compromiso de junto a otras agrupaciones conformar un proyecto de nación tal como fuera su razón de existir. El país está ansioso de recibir otras opciones políticas. Un nuevo partido que pueda aglutinar fuerzas conservadoras será siempre una opción viable, y quién sabe si entonces muchos de nuestros dirigentes que dicen representar esas fuerzas electoralmente decisorias comprendan finalmente que la unidad en torno a la Nación está por encima de cualquier apetencia personal.

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