El fantasma del miedo

El fantasma del miedo

POR GUSTAVO GUERRERO
Aunque lo ocultemos vivimos cercados por el miedo.
La estructura político-social-económica de nuestro pueblo determina esta ominosa situación. Tenemos miedo de decir verdades que pensamos vayan a chocar perjudicando el ritmo de nuestros intereses monetarios.

Tenemos miedo de no serle gratos a las personas que nos favorecen con oportunidades de trabajo.

También de revelar nuestro real y efectivo nivel económico.ocultándolo, algunas veces y otras, exagerándolo. Dos directrices opuestas para ganar confianza una, y la otra, para establecer vínculos que permitan el logro de algo que perseguí con una imagen falaz de nuestra auténtica personalidad económica.

Aparecer abandonado de la fortuna, constituye, para muchos, un gran pecado capaz de marginarnos de actividades productivas.

Brillar con oropel de abundancia económica crearía tenebrosas sombras clavadas en el mismo corazón de la duda y la sospecha de ilícitos intereses desbordados.

En uno y otro caso, la experiencia enseña que el motor para este proceder se anida directamente en el miedo.

Un miedo cerval clavado en lo más profundo de la entraña y que surge por el núcleo social que nos circunda.

Núcleo determinativo de reglas de juego establecidas, pese a la libertad de acción íntima supuestamente implantada en los códigos, y aún en la propia Constitución.

Somos, en realidad, esclavos de un sistema, el cual con diversas variantes arropa nuestro proceder político social.

Recién, alguien -que goza de mi aprecio  y mi más extremada consideración – me escondió, en una breve conversación , su verdadero y real status económicos, sin yo acertar, momentáneamente a entender la razón que le impulsaba a ello. Luego, en el proceder humano, clarifiqué su conducta y concluí que el miedo le hizo proceder así para evitarse mermar su fortuna. Miedo.Miedo. El terrible miedo capaz de empañar el sentido de solidaridad del hombre.

Quizás le sirvió de guía para su actitud, lo afirmado por Burke: «un miedo vigilante y previsor es madre de la seguridad». Olvidando, lamentablemente, el decir de Horacio: «el que vive temiendo nunca lo tendré por libre».

Es curioso recordar uno de los episodios más pintorescos de la conquista de América.

El capitán Francisco de Carvajal alcanzó triste celebridad al servicio de Gonzalo de Pizarro en el Perú, hasta el punto de llamársele «el demonio de los Andes» por sus frecuentes crueldades.

Audaz y también valiente, se apoderó de Lima en 1544 con cincuenta de sus seguidores.

Para asegurar su éxito puso en prisión a los que sospechaba le eran desafectos  ahorcó a unos cuantos para escarmiento.

Sicólogo instintivo, aprovechó el desconcierto de los habitantes de Lima a raíz de sus depredaciones, para invitar a los integrantes de la Real Audiencia a reconocer a Pizarro como Gobernador.

Desde luego la votación favorable fue unánime.

Pero un anciano cascarrabias, oidor por más señas, de nombre Zarate, en rebeldía interior por el voto que había concedido,dejó escrito, por encima de su firma en el documento que para el efecto se redactó, lo siguiente:

«Juro a Dios y a esta Cruz y a la palabra de los Santos Evangelios que firmé por tres motivos; por miedo, por miedo y por miedo».

Pero los que desplazan el miedo y afrontan las realidades con absoluta entereza, tienen ganado un pedestal de auténtica libertad, para vivir con la conciencia tranquila…

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