El Faro a Colón en ruinas

El Faro a Colón en ruinas

Con muchas de sus luminarias de potente iluminación fuera de servicio, ya los capitaleños no se acuerdan de la última vez que las luces del Faro a Colón fueron encendidas en este siglo XXI para proyectar al cielo la cruz latina de su importante simbología y su farol rotatorio por igual pasando a ocupar otra de las páginas de la indolencia oficial para no darle mantenimiento a las obras públicas y empujándolas rápidamente a su ruina.

La actual administración del Faro ha tenido la valentía de denunciar la situación, que se agrava cada día cuando el entorno está en condiciones ruinosas, piezas de mármol no son repuestas cuando se caen, la iluminación interior y exterior es cada vez peor por la gran frecuencia de los apagones, la bandera nacional es un simple y ruinoso lienzo descolorido, y los jardines, que una vez fueron orgullo de su entorno, están cubiertos de malezas en que el simple corte esporádico de la grama no devuelve el esplendor de los de 1992.

Resulta inaudito e insólito que el Gobierno, a través del Ministerio de Cultura, haya descuidado y olvidado el principal monumento para la atracción de turistas, que junto con el Acuario constituirían el principal eje de oferta nacional del turismo capitaleño, ahora que los hoteles del Este están más cerca por las excelentes vías recién construidas y los turistas tienen más opciones de visitar la capital.

Por el descuido en que está sumido el Faro resulta evidente que no es por mala administración, sino que existe un exceso de celos entre las autoridades del Ministerio de Cultura y las del Faro a Colón. Y la llave de las asignaciones para el sostenimiento de sus instalaciones están casi cerradas, dejando apenas para el pago de los sueldos y así dejar languidecer ese monumento para solo recordarlo en fotos de lo que una vez fue un icono de la arquitectura y de homenaje a una proeza emblemática de la humanidad. Ya nadie se acuerda de las luces de la cruz que le daban brillo, que se encendía los domingos o fiestas importantes hasta que las luminarias quemadas superaron los recursos disponibles.

Por suerte las exhibiciones en las distintas salas del museo se conservan en buenas condiciones, gracias a la ayuda de las embajadas de los países colaboradores, al igual que la atractiva belleza del monumento de mármol de la tumba del Descubridor, pero con limitaciones increíbles por lo que se va a ahuyentar a los pocos visitantes que sus tour operadores se atreven a ofertarle la visita al faro para que no se encuentren con su penoso estado de descuido, típico de los funcionarios dominicanos, enemigos recalcitrantes y obsesivos para no proporcionar ningún tipo de mantenimiento, típico de la burocracia criolla.

Aquel muro, y dale con los muros, que se construyó del lado norte para aislar el faro de los barrios populares de Simonico, El Faro y parte de Maquiteria, está ahí de manera que se le ocultara a los visitantes y al Papa Juan Pablo II cuando asistió a la inauguración junto con la misa solemne oficiada ese día de octubre de 1992 para conmemorar el Quinto Aniversario del Descubrimiento de América, puede que ahora adquiera su papel de ocultar las cosas feas, en este caso el deterioro del faro y su entorno.

Si realmente existe una sutil maniobra de hacer reventar la actual administración del Faro es una maniobra desleal que perjudica al gobierno, aun cuando esa práctica de torpedear el trabajo de otros es común entre los funcionarios de un mismo ministerio cuando el mismo presidente le nombra uno que no es del agrado y ni de las simpatías del ministro. En consecuencia el cuido del Faro a Colón trasciende por encima de los celos partidistas, ya que se trata de un monumento universal como homenaje de la humanidad a una gesta forjadora de la cultura continental. Por lo tanto, se le debe devolver al faro su esplendor cuando los capitaleños disfrutaron del espectáculo nocturno de la cruz proyectada en el cielo.

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