El fastidioso cacareo

El fastidioso cacareo

Eusebio Rivera Almodóvar

Debo comenzar por afirmar, aunque parezca hiperbólico, que en ningún país de los que he visitado saturan a la ciudadanía con numerosos anuncios de las instituciones públicas sobre sus “maravillosas” realizaciones, planes, proyectos y resultados, como se hace aquí.

Parecería que nuestros gobernantes y sus colaboradores están genéticamente conectados con las gallinas y necesitan cacarear sus huevos, con la diferencia de que ellas lo hacen para invitar a otras gallinas a su nido y ellos lo hacen para dar la impresión de eficiencia, cumplimiento y supuesta honestidad en el manejo de los fondos públicos.

Uno de mis profesores decía “desde que la publicidad comenzó a pagarse, la más barata es la que uno mismo se hace” y tenía razón siempre que esa actitud no se convirtiera en pedantería y engaño al cliente o consumidor que, resentido, haría una propaganda destructora de un falso prestigio.

El problema con la propaganda gubernamental aquí es que se paga con dinero del presupuesto de las instituciones, convirtiendo al Estado en soporte de una maquinaria publicitaria tan poderosa que, si le cortan la manutención o aportes, podría socavar la estabilidad del sistema y, en el peor de los casos, dañar el objetivo primordial del cacareo, que es la reelección.

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