En seis ocasiones tuve oportunidad de encontrarme con Fidel Castro. En 1976 participé por la UASD en un congreso de facultades y escuelas de Medicina, organizado por la UDUAL. Allí solo le dí un saludo protocolar, como los demás delegados.
En 1987 fui a Cuba en un viaje organizado por Peña Gómez. En esa ocasión le entregué un ejemplar de mi libro “La Universidad en la Historia Universal”, dedicado a mi difunto hermano Gustavo. Entonces Fidel me manifestó su gran aprecio por éste, así como por su tío materno Feliciano Maderne, un revolucionario a carta cabal, jefe del batallón en el que Fidel se enroló en Cayo Confites, mientras otros lo hicieron en torno a los delincuentes Rolando Masferrer y Eufemio Fernández, entonces partidarios del gobierno de Grau San Martín
En 1988 estuve en Venezuela para la toma de posesión Presidencial de Carlos Andrés Pérez, a la que asistieron Fidel, Nelson Mandela y otras personalidades. En esa ocasión, Castro sostuvo un largo encuentro con dirigentes y periodistas dominicanos. Entonces pude también dialogar con él. Así mismo en 1998, durante la primera visita de Fidel a Santo Domingo, conversé brevemente con él.
Al año siguiente, siendo diputado al Congreso Nacional, fui invitado por el gobierno cubano a la conmemoración del 50 aniversario del asesinato de Gustavo. Asistí acompañado de la colega y actual senadora Cristina Lizardo, quien era presidenta de la Sociedad de Amistad Dominico-Cubana. Ambos estuvimos en el balneario universitario con su nombre y su busto, y participé en el acto que se realizó entonces. Luego Fidel me recibió en el Palacio de la Revolución. También en el 1999, cuando éste volvió al país, solo lo saludé.
La inteligencia, coherencia, cordialidad y fuerza de convicción de Fidel Castro eran impresionantes. Representó un proceso político inédito en América Latina, que destruyó el ejército que había servido a las dictaduras de Machado y Batista; así como a los intereses norteamericanos y de la oligarquía criolla. Su régimen resistió las embestidas del poder estadounidense y de los cubanos que se le opusieron; logró mejoras sustanciales en la salud, educación, cultura, deportes y protección ambiental de Cuba; envió contingentes a luchar contra el Apartheid y el neocolonialismo en África.
Sin embargo, Fidel cometió serios errores. Estableció una dictadura amparada en una ideología marxista leninista radical, que legitimó su carácter dominante, justificada parcialmente por la permanente amenaza norteamericana. Asumió que el capitalismo estaba en proceso de desaparición, pero el desarrollo tecnológico ulterior logró en realidad transformar y globalizar ese sistema socio-económico; tampoco calculó que buena parte de la clase media cubana se le resistiría.
De todas maneras, si comparamos al destino que le espera a Cuba con el de otros países caribeños, como el nuestro, Venezuela, Haití, Guatemala, Honduras, El Salvador y Puerto Rico, que están asfixiados por el desempleo, las drogas y la criminalidad galopante, ésta tiene mejor futuro.