“El fin de la historia”

“El fin de la historia”

Samuel Luna

El 9 de noviembre del año 1989 cayó el Muro de Berlín, fue algo inesperado y rápido. Un muro que representaba distancia, lucha de dominio territorial, control económico, ideología política, dolor, y una separación que tenía repercusión a nivel mundial. En ese contexto, tres años después surge el libro en forma de tesis “El fin de la historia y el último hombre” escrito por
un cientista social , politólogo, nos referimos al estadounidense Francis Fukuyama.

En el año 1992 leí por primera vez el libro “El fin de la historia y el último hombre”; recuerdo que mi amigo Esmelin Hernández que aun vive en Santo Domingo, me prestó el libro, comencé a leerlo y 30 años después de leerlo sigo pensando en las complejidades que nos rodean como sociedad y como seres humanos llenos y cargados de un deseo por dominar, controlar e imponer nuestras ideologías políticas con el fin de extender nuestros intereses nacionales,  étnicos y económicos. Para Fukuyama el Muro de Berlín marcó un fin ideológico, la historia como lucha de ideologías había terminado, con una sociedad mundial apoyada y centrada en una democracia liberal que se había impuesto tras el fin de la Guerra Fría. En otras palabras, para Fukuyama el fin de la historia era el fin de las guerras y la luchas sangrientas, él expresó  que los hombres satisfacen sus necesidades a través de la actividad económica sin tener que arriesgar sus vidas en ese tipo de batallas.

La tesis expuesta por Fukuyama ha sido cuestionada, debemos reconocer  que él dejó fuera de su tesis la problemática étnica, las sociedades no están divididas solo por líneas geográficas imaginarias, ni por muros o por fronteras, nuestras divisiones y conflictos humanos surgen desde lo más profundo de nuestro ser social; decía Carlos Marx, que no es nuestro ser quien determina en el ser social, que es el ser social quien determina en nuestro ser; en este caso Fukuyama olvidó que las sociedades están divididas y fragmentadas por códigos culturales, razas, clases sociales, experiencias y creencias religiosas, en fin, todos nosotros somos frutos de experiencias tangibles y abstractas, eventos que nos rodean desde la niñez, depositando en nosotros un sistema de creencias que las reflejamos en nuestro diario accionar, estamos hablando que somos parte de una suma de convicciones o como le llaman otros, paradigmas.

Francis Fukuyama al escribir su libro “El fin de la historia”, en cierta forma presenta los eventos históricos como algo lineal, parece ser que Fukuyama recibió más influencia del tiempo lineal y esquivó un poco el tiempo cíclico.  El mismo Max Weber expresó que las ideas tienen consecuencias, yo diría que las ideas no mueren. La caída del Muro del Berlín no pudo frenar  las guerras, podemos ver que 2 años más tarde de Fukuyama lanzar su libro y promover su tesis, brota en el año 1994 en Ruanda un genocidio basado en la supremacía; el genocidio de Ruanda fue un intento para borrar de la tierra la población Tutsi por parte del gobierno Hutu de Ruanda que quiso mantener la preeminencia sobre la étnia Tutsi. Luego, 9 años después de lanzar su libro, sucede una tragedia que vuelve a dividir el mundo en dos lados, los atentados del 11 de septiembre de 2001. Esta acción inhumana cambió no solo la política internacional, también alimentó los prejuicios sociales. Surgen 18 años después de su tesis las  protestas árabes de 2010-2012, nombradas como Primavera Árabe,​ donde existía una euforia y necesidad por establecer la democracia y los derechos sociales en una sociedad árabe. Y hoy, precisamente en Rusia y Ucrania, 30 años después de Fukuyama lanzar su tesis, la historia vuelve a girar alrededor de un eje conflictivo, el eje de poder, territorial, ideológico y económico.

Fukuyama cometió algunos desaciertos, entre ellos están: Creer que el mundo está dividido de forma geográfica, olvidando las étnias; creer que el tiempo es lineal y rígido, olvidó que los eventos se repiten y que las ideas no mueren. Pero el mayor dislate de Fukuyama es expresar que
el humanismo, la cultura y la ciencia va a desplazar a la religión u otros dogmas morales o éticos; el mismo  sociólogo Max Weber expresó que hay una relación entre la creencia religiosa de un pueblo y su desarrollo económico; el
filósofo griego Heráclito de Éfeso nos recuerda que todas las leyes humanas se alimentan de las leyes divinas.

Debemos de entender que el fin de nuestra historia estará siempre atada a nuestras creencias religiosas; como ya ha mencionado el historiador francés Jean Meyer, cuando afirma que la religión pertenece a la cultura del pueblo y la modela.

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