El fin de un mundo unipolar

<p>El fin de un mundo unipolar</p>

FABIO RAFAEL FIALLO
El derrumbe del bloque soviético a principios de los 90 deja a Estados Unidos solo en la cúspide del poder, presentándosele de esa manera una alternativa estratégica fundamental: escoger entre el papel de árbitro o mediador y el de potencia imperial.

Asumir el papel de árbitro o mediador significaba influir en las diversas regiones del globo por medio de acciones diplomáticas, manipulando los antagonismos locales (por ejemplo India vs. Pakistán, China vs. Japón, Irak vs. Irán), potenciando el poder de sus aliados y amigos, trocando con regímenes adversos ventajas geopolíticas, y blandiendo el mazo de su supremacía militar. Este fue el tipo de papel que, grosso modo, Inglaterra jugó exitosamente en Europa continental por espacio de un siglo a partir de la derrota de Napoleón.

La estrategia imperial implicaba para Estados Unidos aprovechar su condición de única superpotencia para imponer su voluntad, militarmente cuando fuese necesario, en sitios álgidos del planeta. Fue esta segunda opción la que Washington decidió poner en práctica con el plan neoconservador de remodelación del Medio Oriente, comenzando con la invasión de Afganistán y el derrocamiento de Saddam Hussein.

Tanto la estrategia inglesa en Europa continental durante el siglo XIX como la norteamericana en Medio Oriente posterior a la Guerra Fría, obedecían a la correlación de fuerzas que reinaba en cada uno de esos momentos. Inglaterra gozaba de una superioridad apenas relativa frente a las potencias continentales (Austria, Prusia y Rusia), y no podía aspirar a jugar el papel de imperio sino simplemente el de mediador. El desequilibrio de fuerzas al final de la Guerra Fría, por el contrario, era tan pronunciado, que Estados Unidos no resistió a la tentación de comportarse como potencia imperial en un Medio Oriente decisivo para sus abastecimientos petrolíferos.

El plan de remodelación del Medio Oriente ha quedado hecho añicos. Imbuido por su supremacía, Estados Unidos no tomó debidamente en cuenta que, al adoptar una estrategia imperial, iba a desencadenar y consolidar un proceso dialéctico a través del cual las potencias adversas, a nivel tanto mundial como regional, se esforzarían por contrarrestar la hegemonía norteamericana, sin privarse, como es natural, de aprovechar el atascadero en el que aquel país se encuentra actualmente en Medio Oriente.

El fiasco de la invasión a Irak ha puesto al desnudo los límites del poderío de Estados Unidos, lo que estimula a las potencias rivales a acelerar el proceso dialéctico de redistribución de cartas en el tablero político mundial en detrimento de aquel país.

La recomposición geopolítica en curso presenta dos facetas determinantes. La primera es el afianzamiento del peso internacional de los adversarios de Estados Unidos. China, en pleno auge económico, multiplica las iniciativas diplomáticas, aumenta considerablemente su presupuesto de defensa y desarrolla su tecnología militar. Rusia, país productor de petróleo, obtiene gracias al alza del precio del crudo un margen de maniobra que le incita a recuperar la influencia perdida en los asuntos internacionales. Irán, desembarazado gracias a Estados Unidos de Saddam Hussein, su enemigo principal, refuerza sin gran estorbo su rango de potencia regional.

La segunda faceta de la remodelación geopolítica tiene lugar dentro de la esfera de influencia de Estados Unidos. Los aliados y amigos regionales de este país, al constatar los límites y la erosión del poderío norteamericano, tratan de asumir un papel más activo en su propia defensa y en los asuntos de sus regiones respectivas. Lo vemos con Arabia Saudita, que toma iniciativas tendientes a pesar directamente en la solución del conflicto árabe-israelí y a preservar la influencia de los regímenes sunitas de la región frente al chiísmo de Teherán. Lo vemos en Extremo Oriente, donde el Japón comienza a interesarse en adquirir el arma nuclear.

El mundo unipolar en que vivimos desde que terminó la Guerra Fría está tocando a su fin, dando paso a un nuevo orden internacional cuyos contornos nos proponemos examinar en un artículo ulterior.

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