El fin del mundo

El fin del mundo

La idea del fin del mundo está presente en todas las civilizaciones desde hace siglos, aunque, afortunadamente todas las fechas predichas, hasta ahora, han fallado. Quizá algún día tendrán razón. Desde Los Mayas, hasta los milenaristas, apocalípticos, la idea de que no sólo los individuos, pero la humanidad, pueden llegar a su fin, ha rondado la idea de muchas culturas. ¿Por qué es tan recurrente esa idea?

Una razón posible: el miedo es una herramienta muy adecuada de control. El ser humano prefiere la seguridad a la amenaza. Así, profetas, magos, nigromantes, han basado su poder en visualizar un catastrófico fin del mundo. Ni el cumplimiento de fechas ni comprobación de hechos son importantes cuando se apela al sentimiento primario del miedo.

Una vez logrado el temor, la razón o la verificación de los hechos queda anulada a favor del chamán o adivino que siempre podrá decir que por su advertencia pospuso la plaga o la desgracia sobre la humanidad. Nunca se equivocan. Lo importante ha sido siempre explotar, especialmente en las crisis, la tragedia. Ni los griegos, que cultivaron el arte de razonar, se salvaron de la tentación de insuflar temor.

El fin del mundo puede haber ocurrido. De hecho ha ocurrido varias veces. ¿O el mundo del Imperio Romano sobrevivió? ¿Acaso las certezas de la Edad Media no sucumbieron? ¿Qué queda de la civilización maya? ¿La cultura azteca y su visión del mundo, no fueron absorbidas por el colonizador?

Si por mundo entendemos algo más que el globo terráqueo o nuestra vida biológica, si mundo lo entendemos como cosmovisión, como conjunto de ideas que nos vinculan con la realidad, pensar en la posibilidad de su final no sólo es posible, sino que incluso en ocasiones, es deseable. Es una idea que más que miedo, tranquiliza.

Justo en los momentos en que las ideas que damos por verdaderas se desmoronan, y en momentos de crisis económicas, proliferan las ideas de un fin del mundo trágico, cuando en verdad hemos experimentado media docena de ellos… y seguimos aquí. ¿Por qué tener miedo?

Estamos en un punto de inflexión. Lo que damos por cierto, ya no tiene bases firmes. La sensación de que no va más una tierra firme en las ideas políticas, espirituales y filosóficas, está presente. Así, los que quieren el dominio vuelven a la vieja idea de que el fin del mundo se acerca… pero esa idea es vieja, y aunque todavía es efectiva, la maña es conocida.

La razón, en momentos de ansiedad puede darnos una buena perspectiva de la realidad, con cada fin del mundo hay el nacimiento de uno nuevo. Lejos de crear tragedias: xenofobias, racismos, extremismos y predicciones apocalípticas, corresponde crear espacios en los que podamos decir: si viene el fin del mundo es porque va naciendo uno nuevo. Si tenemos algo que decir debemos expresarlo, y con ello el nigromante queda sin poder ¡Que venga el fin del mundo, podemos construir uno nuevo!

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