El final de Sharón

El final de Sharón

UBI RIVAS
La vida del controversial Ariel Sharón, hasta el 04 de enero último primer ministro del Estado de Israel, fecha en que sufrió una apoplejía masiva, se apaga lentamente, como una vela que inexorablemente va consumiendo la cera con el lamer incesante de la llama.

Exactamente 17 días atrás, el 18 de diciembre, Sharón empezó mostrando una apoplejía ligera, en su residencia-búnker Los Sicomoros, enclavada en el borde del Néguev, a un centenar de kilómetros de Jerusalén, que un vehículo potente y una autopista excelente, se negocia en menos de una hora. En helicóptero en diez minutos.

Pero ese día trágico para Sharón, 04-01-06, la hemorragia masiva determinó que jamás no solamente podría volver a ejercer sus funciones, sino que de sobrevivir, sería un vegetal, sin hablar, con reflejos muy limitados, apenas oír, discernir, coordinar pensamientos.

Fue sustituido ipso facto por el vicepremier Ehud Olmert, un hombre hecho a imagen y semejanza de uno de los más recios e incompasivos jefes de Estado hebreo, en sus 57 años de existencia luego de fundarse en 1948 en virtud de la resolución 171 del 27-11-47 de las Naciones Unidas.

Su dureza extrema contra los palestinos, es equiparable con la que ejerció el también premier Menachen Begin, ambos del Likud, hoy en el gobierno, porque mientras Begin hizo volar en pedazos al hotel King David, donde se alojaban las tropas británicas, el 22-07-46 con C-4 y dirigió la masacre de Delir Yassin donde perecieron 254 árabes el 14-04-48 comandando a cinco mil brigadistas del movimiento terrorista Irgún, que él jefeaba, la experiencia lúgubre de Sharón le secunda.

En la memoria del pueblo palestino y en el de la aldea global están frescas las exageraciones extremas de Sharón cuando acaudilló el 15-10-53 la masacre de Qibya, donde perecieron 66 jordanos, la humanidad se cubrió de espanto con la barbarie de los campos de refugiados palestinos de Sabra y Chatila, el 12-09-82, donde fueron exterminados sin piedad 1,200 palestinos, niños, mujeres, ancianos y milicianos fedayines, todos juntos, por igual, sin distinción ni perdón para nadie.

En las dos ocasiones, Estados Unidos, presunto guardián de los derechos humanos planetario, hizo mutis. Hoy, esa principalía de cancerbero de los derechos humanos es evidente que no existe con la comprobación del campo de torturas que es la base naval de Guantánamo, en Cuba, en que prisioneros afganos, sin status, llevan cinco años presos sin juicios ni condenas.

En la cuarta guerra contra los árabes, Yon Kippur, junio 1973, Sharón dirigió con precisión y gran valor, a un batallón de fuerzas especiales el 15-16 de octubre.

En el genocidio de Sabra y Chatila, Sharón recibió la colaboración infame de Eli Hobeika, jefe maronita, fallecido a principios de 2002 en Beirut, sin expiar su horror.

Vuelta la página, o la otra cara de la moneda, que siempre tiene dos, hay otro Ariel Sharón que defecciona de su partido Likud, fundando el partido Kadina, porque en el Likud comprendió que el absurdo de la terquedad y la ausencia de visión de paz, le impedirían concertarla con los palestinos y fundar el Estado Palestino conforme al diseño de la Hoja de Ruta, cosecha del presidente George Bush jr., un formidable aliado de Sharón como a pocos primeros ministros israelíes otro gobernante estadounidense.

Siempre, lo importante no es como ni donde se nace ni como se desempeña un hombre en el decursar efímero de este valle de lágrimas que llamamos vida, sino como terminamos la jornada, cuando el Gran Umpire detenga el juego imprevistamente, como ha acontecido con Sharón; ese Gran Umpire que se llama Jehová o Alá.

Hoy, la tormentosa vida de Sharón, saturada de excesos, paradojas de la vida, es lamentada por los que le adversaron y combatimos, y al final de la jornada, apreciamos en el intrépido comandante rendirse ante los guiños de las más altas conveniencias vinculadas con la paz en el Oriente Próximo. Que Jehová le perdone.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas