El final de un viaje a San Juan de la Maguana

El final de un viaje a San Juan de la Maguana

 LOURDES CAMILO DE CUELLO
Volvemos a nuestro viaje a San Juan de la Maguana donde tuvimos la oportunidad de compartir con la Síndico, que se llama Hanoi porque su hermana la llevó a declarar ya crecidita, cuando en sexto le exigieron el acta de nacimiento y así le pusieron. Ya no le molesta, pues le da nombradía.

Se siente orgullosa de la reconstrucción que ha hecho, ella como arquitecto que es y su marido como ingeniero constructor que fue, de la Iglesia Catedral de su pueblo.

Tuvimos que terminarla muy pronto, luego de tres años de construcción, nos dijo, antes de  explicarnos con detalles las modificaciones de que fue objeto:  dos naves laterales, una cúpula, nuevos altares laterales, los vitrales, las pinturas, los ángeles, las cornisas, los arcos, el patio y por tanto todo tipo de estilos: islámico, gótico, visigótico, moderno, ecléctico.  De seguro será pronto una visita de gran interés para alumnos de arquitectura con espíritu crítico.

Antes, al llegar, la Síndico nos había explicado sus planes para hacer del Cercado de los Indios un lugar visitado por el turista con todo el cuidado que demanda una plaza ceremonial de tal importancia, única en América.

Precisamente en las sociedades tribales uno de sus elementos más característicos y sobresalientes era la plaza ceremonial.  Ubicada generalmente en el centro del pueblo, o en su cercanía, podía tener forma cuadrangular, circular u oval.

En la República Dominicana se han identificado unas 30 plazas ceremoniales entre las que se encuentran además del Corral de los Indios de San Juan de la Maguana la de Vallejuelo, Cañada Seca y otras.

Con sus 200 metros de diámetro, la plaza ceremonial de San Juan de la Maguana nos indica claramente que allí se congregaba gran cantidad de gente para la celebración de ceremonias religiosas, areítos, juegos gladiatorios, fiestas colectivas, trueques y juegos de pelota.

Según señala don Narciso Alberti, esta plaza era también utilizada como instrumento astronómico. El sol y la piedra central, que muchos estiman el centro geográfico de la isla, determinan las sombras que ordenan los períodos de siembra y de cosecha.

Hanoi, con todo el dinamismo que le caracteriza como seguridad en sí misma, pretende, entre otras cosas, recuperar el camino empedrado que lleva desde el Corral al río.

Y a más, a desarrollar un complejo habitacional adecuado y cercano a la plaza que ha de albergar a los habitantes pobres de la zona cuyas chozas actualmente bordean toda la respetada circunferencia de la plaza y a los cuales se dedicarían ingentes esfuerzos por dotarles de habilidades que les permitan ganarse la vida. Cuenta para ello con Félix Bautista, quien es también sanjuanero.

Además, aspira a completar el proyecto con un espacio para estacionamiento, y cabañas para la meditación y la investigación.

Su diseño es seductor, siempre que no se suelte de la mano de los investigadores del Museo del Hombre Dominicano, porque se trata de un patrimonio de todos, no sólo de San Juan de la Maguana.

Al regresar a Santo Domingo, ya un poco cansados, entre sueños, oí lo que se cuenta como leyenda de aquella zona “que entre el poblado de Juan de Herrera y el lugar conocido como el Corral de los Indios salía por las noches una mujer encadenada y en las norias de los alrededores aparecían indias bañándose desnudas llenas de bondad, al igual que «cosas» en la proximidades de la factoría de Bachá y las gentes dejaron de ponerle comida a los indios y a las indias sobre las piedras del corral con la frecuencia que lo hacían unos pocos años antes, porque los mulatos hambrientos de esos tiempos se la comían”.

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