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Los procesos de reforma universitaria que tuvieron lugar en los años 70 en la América española y en otras regiones del mundo se centraron en la introducción de los estudios generales como tarea propia de la universidad, la departamentalización de la docencia, el cultivo de las disciplinas básicas y una mayor flexibilidad académica mediante el establecimiento del sistema de requisitos y de créditos. Y lo más importante: marcaron las directrices de la conversión de una enseñanza superior elitista a una enseñanza superior de masas. Dichos procesos de transformación perseguían adaptar la educación superior a los nuevos requerimientos económicos y sociales derivados de la adopción del llamado modelo de “desarrollo hacia adentro” promovido por el Consejo Económico para la América Latina (CEPAL) basado en el proteccionismo industrial, la sustitución de las importaciones, la explotación de los recursos naturales y el endeudamiento externo.
Los vientos de todas esas innovaciones y reformas universitarias a los cuales nos referimos en el párrafo anterior llegaron hasta aquí a través del Movimiento Renovador Universitario integrado por intelectuales de vanguardia, líderes estudiantiles y sindicales de la UASD y de los liceos secundarios quienes, además de luchar por identificación de la Universidad Primada con el interés popular, se movilizaban en reclamo de los derechos y libertades públicas. Pero, como bien lo expresara el educador Jacobo Moquete en la página 29 de su libro El Movimiento Renovador Universitario, “no hubo en realidad una auténtica democratización de la educación, pues los logros en tal sentido no fueron suficientes, aunque la matrícula aumentó considerablemente en todos los niveles de la educación a causa de la apertura que se produjo en el sistema educativo en general y específicamente en la Universidad”.
Todos esos tópicos del ayer no tienen tanta validez hoy; somos de opinión de que de aquí a unos cuantos años estarán fuera de lugar estarán fuera de lugar. El Movimiento Renovador Universitario ya cumplió con su papel histórico. El mundo ya es otro. La velocidad de los cambios y de crecimiento constante en el dominio tecnológico nos plantea el reto de abordar aquellas áreas del quehacer consideradas las más estratégicas para nuestro futuro desarrollo y desempeño en la comunidad internacional. Como vemos, en la actualidad nos enfrentamos a problemas y circunstancias muy distintas a las de los años 70 del pasado siglo 20. La modernidad institucional ahora estriba en construir un modelo endógeno de desarrollo sustentable que no excluya la apertura de la economía y la búsqueda de una inserción favorable en el actual contexto internacional.
¿Cuáles serían los retos de trascendencia a los cuales debemos de enfrentarnos en la búsqueda de elementos que nos permitan llegar a una dinámica concertación entre los distintos actores de la sociedad y consensos globales sobre el futuro que guiará el desarrollo de la ciencia y la tecnología? Afortunadamente, para muchos de nuestros educadores, científicos, economistas, y entendidos en la materia se hace urgente el ampliar y consolidar los espacios de formación, investigación y difusión del conocimiento, y, ante todo, encontrar articulaciones pertinentes entre tales procesos y la vida económica como algo indispensable en el ordenamiento global en plena gestación.