El forjador moderno del Ocoa del siglo XXI

El forjador moderno del Ocoa del siglo XXI

 En el número 25 de La Lupa Sin Trabas, la periodista Lery Laura Piña  publicó un interesante reportaje comparativo entre dos de las provincias altagracianas del país, La Altagracia y San José de Ocoa, destacando las diferencias entre las conductas sociales, en que una la violencia domina el quehacer cotidiano, mientras en la otra la armonía social y afanes de trabajo impide un desborde de las pasiones.

 En la provincia de la costa, la de mayor desarrollo turístico y una prosperidad inigualable con una inmigración que desborda la capacidad del gobierno para proporcionarle  los servicios adecuados, registra índices de violencia increíbles, que obliga a los gobiernos extranjeros advertirle a sus nacionales que tomen precauciones cuando salen a aventurarse fuera de sus resorts por los diversos senderos de la provincia   La Altagracia.

 En la provincia altagraciana de las montañas, San José de Ocoa, de menor población y mas aislada, es otra la situación social, que en el referido reportaje destacó el admirable sentido de responsabilidad social que desde 1960 domina las voluntades de progreso de sus habitantes, manteniendo desde entonces  una voluntad férrea de sobreponerse a los desafíos de la Naturaleza, enfrentándolos  con valor y aplicando los correctivos que le permiten continuar adelante.

 En esa década del 60, llegó desde Baní un joven sacerdote  de la orden canadiense de Scarboro, que con pocos años en el país encontró en San José de Ocoa el lugar donde Dios le había designado para llevar a cabo una admirable labor de formación espiritual,  social y de capacitación, que le permitió en unas escarpadas  montañas volver  a darle vida agrícola a la región, reforestarlas  y multiplicar  un proceso que, a seis  años de su muerte, se ha continuado y hasta ha permitido algunos de los nuevos dirigentes provinciales  mas jóvenes pasar por alto el nombre del padre Luis Quinn.

 El padre Luis se entregó por entero a la región ocoeña, y de su mente creadora surgían cada día nuevas ideas y proyectos  para estimular a los ocoeños a sentirse orgullosos de su raza y de su región, elevándolos en su auto estima, introduciendo nuevas técnicas de  siembra y de protección a los terrenos en pendiente y poder cultivarlos; también enseñó a aprovechar las corrientes  de agua y utilizarla no solo para sistemas de riego sino para abastecer a cientos de hogares en las montañas que antes recibía el agua lluvia que almacenaban para su uso cotidiano. Reparó y asfaltó más de 600 kilómetros de caminos vecinales donde muchas veces era él mismo que operaba esos enormes tractores o  bulldozers para realizar los cortes  y nivelar el camino.

 El legado del padre Luis, al momento de su muerte en octubre del 2007, se consolida en torno a los caminos y a 60 kilómetros de canales para riego, 2000 viviendas construidas y más de 7,000 reconstruidas, unos 12 millones de árboles para la reforestación, 69 escuelas construidas, 11 clínicas y 13 centros comunitarios.

 Ese notable ser humano, el padre Luis,  no descuidaba su labor parroquial y como cabeza de la  iglesia en Ocoa, le infundió un nuevo sentido al culto de la Madre de Dios que se veía realzado por el aumento del fervor religioso de la población.

 Si en San José de Ocoa los índices delictivos,  en especial  los homicidios son más reducidos, es necesario justificarlos  por esa labor educativa y pastoral que ese sacerdote canadiense impartió por años, donde supo insuflar en cada ocoeño el orgullo por su pueblo, y a la vez, que conocieran que con solo el trabajo arduo se alcanzan los medios que le permitan desarrollarse  sin limitaciones y sin tener que pensar en ayudas externas para ocultar sus miserias, como ocurre  en otras comunidades que no tienen entre sus comunitarios una bujía inspiradora que los estimule a sacudirse del atraso, tal como lo han logrado los ocoeños con esa herencia maravillosa, que como legado, permanece viva y activa y no importa que se trate de obviar el nombre del padre  Luis Quinn a la hora de que otros también tengan los méritos de continuar con responsabilidad el desarrollo ocoeño.

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