El fotograma electoral

El fotograma electoral

JULIO BREA FRANCO
jebfa9@gmail.com
Lo que cuenta en una elección es el resultado. Todo lo demás es accesorio. Obviamente que el resultado no puede ser cualquiera. Ha de ser uno que refleje fielmente las decisiones individuales de los votantes. Y para eso se requiere una serie de condiciones esenciales e imprescindibles: las del ambiente de aceptable libertad e igualdad de oportunidades en la competencia política. Estas nada tienen que ver con la institución que organiza el evento electoral.

La instancia que administra las elecciones será finalmente evaluada por la calidad y consistencia del resultado. De poco servirá lo que diga y prometa antes de su realización. Contar bien y rápidamente es un aspecto, el otro lo será el cómo se maneje ésta en el durante y en el inmediato después de las votaciones.

Las elecciones no resuelven los problemas básicos de ningún país. No se hacen para eso. Se realizan buscando que la expresión mayoritaria indique quién debe hacerse cargo de dirigirla. Por eso una elección no es más que un fotograma de un largo metraje que es el proceso político. Es tan solo un breve momento. Solo eso. Nada más.

Cada sociedad expresa el tipo de política que corresponde a su manera de ser, a sus creencias y a su nivel de educación; en una palabra a su cultura política y social. Si bien hay una serie de estándares que se han decantado de la experiencia histórica, la manera en que se realiza no puede ser idéntica en todas partes.

No se puede pretender que el proceso electoral en ciernes en Estados Unidos, el de España que se inaugurará en los meses por venir o el celebrado en Kenia, en donde aún sigue la violencia tribal, sea similar al dominicano.

Nosotros no tenemos cultura para el debate ni la confrontación de las ideas, ni visiones maduras sobre los males que nos agobian. Como en Honduras, Nicaragua, Guatemala, Perú, Ecuador y otros más, nos quedamos en las acusaciones y los ataques de descalificación personal, en los ventajismos, en las maniobras y las manipulaciones.

En nuestras elecciones se advierte con facilidad la inexistencia y orfandad de debate. No hablamos; gritamos. No escuchamos, insultamos. No ofrecemos nada más allá del cinismo. Hay que ganar aunque haya que comprar la prensa y hacer triquiñuelas. De ahí que en los momentos previos a las elecciones se avancen acusaciones de la peor calaña.

Las publicidades electorales reflejan la pobreza y crudeza de la piñata. Pero no son las agencias ni los publicistas los culpables como se ha dicho. Son sus clientes los que compran las campañas porque son esas las que les gustan y las que buscan.

Cuando aumenta la tónica de los insultos públicos surgen las voces de siempre clamando por la moderación. Aquí nunca ha habido moderación y menos ahora cuando se trata de una pelea a trompadas y mordidas por el manejo de los dineros públicos. Esas voces saben que periódicamente se reproduce el mismo ambiente. Las crónicas de los tiempos de elecciones muestran la repetición cíclica de lo mismo. Hasta ahora la sangre no llegado al río.

Ya quedaron atrás los tiempos de los pactos nacionales. ¿Cuántos hemos firmado para ponernos de acuerdo sobre cómo actuar ante el agravamiento de los males del país? Aquí lo que ha habido han sido negociaciones para resolver situaciones coyunturales. Nada más.

Las mediaciones se debilitaron por desgaste. No es que hayan sido los partidos los que las hayan dañado. Si los partidos ya no las necesitan se debe a que como nunca son autónomos y autosuficientes. Y eso no es nada malo.

Quienes han de bregar con los conflictos son las instituciones. Han sido débiles y cambiantes de acuerdo al humor de los encargados y a los arreglos debajo de la mesa. Pero esas son las que tenemos. ¡Que comiencen a hacer su trabajo!

 ¿No hablamos tanto de institucionalización? Entonces, por qué seguir con mecanismos informales bajo la influencia de actores ajenos a ellas.

Todo se ha venido desgastando. No puede ser de otra manera. No se puede abanderar el interés público cuando a las claras lo que se buscan son intereses muy particulares. ¿Así quién puede creer?

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