El fracaso de las privatizaciones

El fracaso de las privatizaciones

POR JULIO SANTOS-CAYADO
Los servicios públicos, especialmente los suministros de agua y energía eléctrica, necesitan inversiones cuantiosas y frecuentes para mantener abastecida la demanda que generalmente crece por el solo efecto del aumento poblacional. Satisfacer la demanda en ambos servicios es una tarea que requiere previsión y planeamiento permanente, dos de las virtudes que escasean en nuestros países.

El problema del abastecimiento del agua, cuando es bien planeado, resulta menos sofocante que el eléctrico. Dos sencillas razones lo explican: el agua se genera en el país y se puede obtener por gravedad. En el caso de la energía eléctrica, sin embargo, se trata de la conversión en electricidad de la energía proveniente del petróleo, las fuentes alternativas todavía no son económicamente factibles sin subsidios y la nuclear que sí lo es, aparentemente no está prescrita para nuestro país. Debiéramos comenzar a explorarla con seriedad.

La conversión de energía fósil a eléctrica se hace en la República Dominicana, mayormente, a partir de derivados del petróleo en vez de carbón que es más económico. La razón fundamental parece ser que es más fácil producir electricidad de derivados del petróleo que del carbón y sus nuevas tecnologías. En consecuencia, el coste de generación del kilovatio hora es no sólo más caro, sino además, más inestable ya que queda sometido a las grandes fluctuaciones de precios del mercado internacional.

El déficit eléctrico comenzó a sentirse por el año 1973. A partir de esa fecha, la capacidad de generación versus la demanda nacional se separan de forma acelerada hasta que cae en crisis, cada vez más agudas, alrededor de los años 1985 y subsiguientes. Para detener el proceso de separación entre la demanda y la oferta eléctricas el Gobierno dominicano promulgó la Ley 14-90, Incentivo a la Generación de Electricidad privada.

La Ley 14-90 y la Ley General de Electricidad, que la sustituyó y proporcionó el marco legal al negocio eléctrico, acerca la capacidad de generación a la demanda total. Aunque en forma cierta, no se sabe cuánto es la demanda total nacional. En todo caso, debido a que la capacidad de generación eléctrica y la demanda máxima son más o menos iguales, el sistema resulta no sólo frágil, sino además, obliga a las distribuidoras a comprar energía cara o más cara, ya que son las únicas disponibles. La participación privada, en vez de propiciar una fuerte competencia que originara una «bolsa de energía eléctrica» a la que pudieran acudir los distribuidores o consumidores para comprar al mejor postor, ha conducido a un oligopolio.

En adición, la falta de visión, contubernio y otras indelicadezas de los negociadores gubernamentales dominicanos, cubiertos por lo que se ha filtrado como «grandes presiones» de organismos de financiamiento internacional y de países dirigidos por personas que miran con avaricia sus bolsillos, porque aparentemente no los pueden llenar en sus respectivas patrias. Unos y otros han puesto en vigencia contratos leoninos, rechazables. La inclinación unilateral exagerada es posible que viole reglas elementales de los negocios nacionales e internacionales y ponga a prueba los principios de soberanía y patria potestad.

Los resultados han sido precios extraordinarios del kilovatio hora que mantienen de rodilla al pueblo dominicano, no digamos al pobre, sino también a la clase media: baja, media y alta. Situación insostenible desde cualquier punto de vista.

PRIVATIZACIÓN

Mucho se ha hablado a favor y en contra de la privatización. Los que la promovieron hace ya más de una decena de años, citaban varios modelos sudamericanos, hoy fracasados. Al parecer acababan de descubrir el fenómeno. Sin embargo, un somero estudio les hubiera demostrado que la privatización existe en los Estados Unidos de América desde hace muchas décadas. Por ejemplo, en los sesenta tuve oportunidad de visitar sistemas de irrigación, presas, hidroeléctricas, etc., privadas que funcionan muy bien y podrían ser prototipos a tomar en cuenta. En Europa, sabemos que, entre otros, el acueducto de Roma es propiedad del Vaticano y en Barcelona también es privado o por lo menos tiene administración privada.

¿Por qué la privatización ha sido un fiasco en el país y un éxito en países desarrollados? Probablemente sean muchas las causas, aunque a mi juicio, se resumen en una fundamental: Instituciones fuertes y sistemas de chequeos (checks and balances). Ahí está el meollo del asunto.

En los Estados Unidos de América, democracia envidiable y propulsora incansable de la globalización y privatización, una empresa de servicio público no puede subir sus tarifas sin la aprobación de la autoridad correspondiente, generalmente el síndico. En varias ocasiones he presenciado y leído cómo algunas empresas que se han salido de madre han sido llevadas de vuelta al cauce por el alcalde de la ciudad. En algunos de esos casos, también han recibido fuertes penalidades corporativas y personales. Eso distingue a los países organizados de los nuestros.

En adición, los Estados Unidos de América ha propiciado la competencia entre empresas. A fines de los sesenta, estuve en un despacho de carga, cuando, poco antes de empezar las horas pico, se solicitaban, por vía telefónica, cotizaciones de generadores en los Estados Unidos de América y Canadá. Así se iban comprando los gigavatios hora que deberían ir entrando en horas prefijadas, desde luego, se compraban en orden de menor costo. ¡Así tiene sentido!

¿Quién en nuestro país ha llamado a capítulo a las empresas que andan salvajes haciendo lo que piensan que es mejor para sus beneficios sin tener en cuenta el bien común? Desde luego, se puede argumentar que la función de la empresa en el «capitalismo salvaje» no es casualmente el bien común sino la optimización de beneficios. Bajo esta óptica, se entiende que el fardo de la culpa recae sobre los funcionarios que han traicionado el mandato recibido por los ciudadanos.

¿Por qué cuando ha surgido un funcionario que trata de aplicar la Ley o no es «flexible» aparecen presiones que llevan al presidente de turno a trasladar o cancelar el funcionario?

Desde el punto de vista económico, la privatización trae a primer plano varios elementos importantes:

• Cuando la administración de la empresa eléctrica pasa de manos públicas a privadas se introducen algunos factores que aumentan los precios, a saber, la empresa privada requiere producir beneficios y también repatriarlos. Los costes adicionales no son neutralizados, ni mucho menos disminuidos, por la eficiencia o competencia entre las empresas privadas. La empresa pública, sin embargo, sólo requiere cubrir sus gastos de forma que mantenga su crédito nacional e internacional, lo que le permitiría vender a menores precios.

• Las pérdidas eléctricas y la miseria nacional hacen que sólo un bajo porcentaje de lo que se genera llega a cobrarse. Con la empresa privada esta situación genera grandes apagones y subsidios mayores que los que hubo que dar a la pública.

• Se argumentó falazmente que los gobiernos dominicanos no tenían suficiente crédito para mantener el ritmo de crecimiento de las capacidades instaladas de generación eléctrica. Sin embargo, entendemos que los préstamos obtenidos por las empresas privadas tienen garantía soberana del país. También acabamos de sufrir la duplicación de la deuda externa, entre ella los bonos soberanos que se vendieron en un santiamén, sólo estos hubieran permitido la instalación de cerca de 1,000 Mw estatales. Entonces, ¿teníamos crédito o no?

Aparentemente, la justificación se trataba de una argucia de los «vendedores o financistas» dominicanos e internacionales.

• Los empresarios privados también son víctimas de los precios de la energía eléctrica. No obstante, han quedado atrapados en su propio discurso y como «privados» que son, no se atreven a denunciar la situación. Sin embargo, siendo buenos comerciantes, no hubieran aceptado para sus negocios las condiciones que nos impuso el contubernio.

Así están la privatización y las causas de que no funcione bien en la República Dominicana. Al parecer la avaricia de los mismos que la imponen se ocupa de destruirla.

No se me escapa que hay «privatizaciones» y privatizaciones. No es lo mismo privatizar una fábrica de pintura que la energía eléctrica o el abastecimiento de agua. Estas dos industrias no deberían ser privatizadas por mucho tiempo en la República.

ALTERNATIVAS DE SOLUCIÓN

El Presidente Fernández, en su magnífico discurso de toma de posesión propuso diez medidas con las que piensa resolver el problema eléctrico nacional. Las medidas merecen el apoyo de todos los dominicanos. En consecuencia, no se trata aquí de refutarlas, antes al contrario quisiéramos reforzarlos y resumirlas en las que, a mi juicio, son fundamentales para evitar perdernos en las ramas del difícil y delicado problema eléctrico. A continuación anoto algunas ideas:

•No existen, ni podemos aceptar como país, argumentos o presiones, por más contundentes que sean, que permitan o justifiquen a gobiernos, personalidades o funcionarios extranjeros, en base a la conveniencia o necesidad de la privatización, a secuestrar o chantajear a todo el pueblo dominicano y someterlo a los niveles de calamidad que sufre. Mucho menos es aceptable para funcionarios dominicanos, en cuyos casos, se trata de delitos nacionales.

• Todos los contratos deben ser revisados y renegociados con firmeza y transparentando costes y beneficios adecuados, acordes con los niveles porcentuales aceptados internacionalmente, tal como propuso el Presidente Fernández. Se trata de lograr precios pagables y comparables con los de países de la región o mejores, ya que aquí, por ejemplo, gozan de exoneraciones y en los países desarrollados no.

• En el caso de las Edenorte y Edesur es preferible apoyar la administración nacional y la CDEEE antes que buscar firmas administradoras extranjeras. En casos excepcionales, podrían usarse sólo expertos individuales extranjeros y en forma puntual. Por lo menos hasta que se compruebe que esta solución no es válida.

• El objetivo debe ser recuperar a mediano plazo todo lo que tiene que ver con el negocio eléctrico. Es demasiado importante y de influencia general.

En la corrección del marasmo eléctrico, no se trata de pelearnos con nuestros socios comerciales sino de hacerlos entender que un pueblo miserable no es buen socio. La desesperación, el hambre, la enfermedad y la ignorancia empujan a los ciudadanos a situaciones horribles que repercuten en perjuicio de todos. Ya la desigualdad ha marcado el momento en que es imposible reducir la emigración incontrolada e incontrolable hacia países de más altos niveles económicos. Vemos sus resultados en los Estados Unidos de América y en Europa donde los porcentajes de emigrantes legales o no crecen constantemente, lo mismo pasa en este compasivo país. Esperemos que los gobiernos de esos países comprendan que su cooperación es absolutamente necesaria, aun desde el punto de vista egoísta. Los queremos en la República Dominicana pero necesitamos vivir mejor para darles las bienvenidas.

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