El fracaso del “nuevo PRD”

El fracaso del “nuevo PRD”

A propósito de los alegatos de fraude y uso abusivo de los recursos del Estado, esgrimidos por “el nuevo PRD” como la causa determinante de los magros resultados alcanzados en las recientes votaciones de medio término, conviene repasar las principales estrategias del “miguelismo”.

En honor a la verdad, no fue el presidente Leonel Fernández quien dividió al principal partido de oposición entre “el nuevo PRD” y “el viejo PRD”. Fue Miguel Vargas, erigido en juez y parte del proceso interno, quien adoptó esa consigna prepotente, elitista, excluyente y carente de sustentación ideológica y programática.

Tampoco fue Leonel quien se reservó para sí el 70 por ciento de los cargos electivos congresuales y municipales del PRD. Fue Vargas, quien para colocar de dedo a los favoritos de su entorno, secuestró la democracia interna y cercenó la capacidad de las bases de expresarse libremente. La ineptitud de Vargas permitió que, por primera vez en la historia, el PRD perdiera en Azua, en San José de Ocoa y en María Trinidad Sánchez, que jugara un pobre rol en Santiago, San Cristóbal, San Francisco de Macorís y en el resto del país.

No fue el mandatario quien llevó al PRD por los caminos del conservadurismo y la inacción opositora. Fue Vargas, quien adoptando una pose claramente demagógica, rompió la tradicional sintonía del PRD con sectores liberales y populares.

No fue Leonel quien dijo que “Miguel está rodeado de tontos e idiotas”. Fue Hugo Tolentino, figura doctrinaria del perredeísmo quien se encargó de develarlo, asqueado ante la pretensión de la élite “miguelista” de escamotearle su designación “dedo gráfica” a primer Diputado Nacional, elección que logró, no obstante las denuncias de fraude y usa desorbitado de los recursos del Estado.

Si “el nuevo PRD” de Vargas entendía que los enormes recursos en poder del gobierno constituían el principal obstáculo para su buen desempeño electoral, ¿por qué no elaboró la estrategia adecuada para acabar con esa iniquidad? ¿Por qué acudió a un «matadero electoral»? ¿Por qué no supeditó su participación en las votaciones del 16 de mayo a la aprobación de la ley de partidos políticos, que salvaría ese valladar? Pero “el nuevo PRD” se obnubiló con el regalo envenenado subyacente en el pacto que Vargas firmó con Fernández para prohibir la reelección consecutiva.

Desconocedor de la historia, Vargas ignora que Juan Bosch impidió sucesivamente, en 1970 y 1974, que el PRD acudiera a los “mataderos electorales”, que significaban competir en condiciones desiguales con el doctor Joaquín Balaguer, quien apoyado por Estados Unidos, los militares, el clero y la oligarquía, pretendía perpetuarse en el poder; en 1974 se reeligió gracias al oportunismo de Luis Homero Lajara Burgos, un ex Contraalmirante de la Marina metido a político, persecutor implacable de José Francisco Peña Gómez por su origen haitiano, quien le hizo el juego a Balaguer participando solo, con su diminutivo Partido Demócrata Popular (PDP), ya desaparecido, en las votaciones fraudulentas.

Pero el jefe del “nuevo PRD” carece de valor para haberse planteado semejante desafío abstencionista. En cambio, prefirió contradecirse, porque pocas horas antes del 16 de mayo, dirigentes de su entorno vaticinaban la victoria en 15 provincias y competencias ajustadas en otras seis. Para ellos, las posibilidades de fraude eran tímidas.

Luego del descalabro, Vargas no admite su responsabilidad en la derrota. Tampoco pretende renunciar, él está bastante inflado para eso. Sí pretende que de la magnanimidad de alguien salgan los senadores que por primera vez en la historia el PRD no ha obtenido. Lo que conviene al PRD, si quiere de veras llegar al poder, es que, como demanda el juego democrático, renuncien los cabecillas de ese “nuevo PRD”.

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