El fracaso narrativo de las secuelas contemporáneas

El fracaso narrativo de las secuelas contemporáneas

GUSTAVO A. RICART
Cineasta y crítico de arte

Durante décadas, el cine ha utilizado las secuelas como una forma de continuar historias exitosas, expandir universos narrativos y asegurar rentabilidad en taquilla. Desde sagas como El Padrino hasta fenómenos contemporáneos como Avengers: Endgame, las secuelas han tenido el potencial de amplificar el impacto de una obra original. Sin embargo, en los últimos años, muchas secuelas no logran igualar el nivel de calidad, profundidad o impacto emocional de sus predecesoras. Esto plantea una pregunta relevante: ¿por qué tantas secuelas modernas resultan innecesarias, mediocres o fallidas?

  1. No expanden el mundo

Según Truby (2007), una historia efectiva se construye como un sistema cerrado, en el que el deseo del protagonista y los obstáculos que enfrenta conforman una red coherente. Al realizar una secuela, este sistema debe evolucionar; no puede simplemente replicarse. Para Truby, una buena secuela debe “abrir nuevas dimensiones del mundo, tanto físicas como emocionales” (p. 310).

Un ejemplo exitoso de expansión narrativa es Shrek 2 (Adamson et al., 2004). La primera entrega ya ofrecía una sátira de los cuentos de hadas, pero la secuela introduce un nuevo espacio —el reino de Muy Muy Lejano— con reglas sociales diferentes y nuevos conflictos. A su vez, incorpora personajes como los padres de Fiona, el Hada Madrina y el Príncipe Encantador, cuyas motivaciones enriquecen la trama y aportan complejidad emocional. Este nuevo entorno plantea preguntas sobre la identidad, la aceptación y el amor, manteniendo la esencia de los personajes originales, pero desde una perspectiva renovada.

En contraste, The Hangover Part II (Phillips, 2011) traslada a sus personajes de Las Vegas a Tailandia, pero mantiene exactamente la misma estructura narrativa que la primera película. Los protagonistas despiertan con resaca, alguien ha desaparecido, y deben reconstruir los hechos ocurridos la noche anterior. No hay evolución en los personajes ni en el conflicto. Según Mittell (2015), la repetición sin variación en narrativas seriales puede generar una experiencia predecible y poco satisfactoria para el espectador. En este caso, el cambio de locación no se traduce en una expansión temática, sino en una repetición superficial.

2. Repiten el mismo arco de personaje

La secuela que repite sin evolucionar: Lotoman 2.0 (2012)

Dirigida por Archie López, Lotoman 2.0 continúa la historia de Modesto y Manuel, dos hermanos que pasaron de pobres a ricos de forma repentina. La primera entrega fue una comedia popular que combinó sátira social con humor físico y situaciones absurdas, y funcionó como una crítica ligera al sueño de riqueza súbita en la sociedad dominicana.

Sin embargo, en la secuela, los personajes se enfrentan a conflictos casi idénticos: los mismos enredos por dinero, problemas con la ley y crisis de identidad social. El arco de los personajes prácticamente no cambia. Manuel sigue siendo el mismo mujeriego impulsivo, y Modesto continúa como la figura más sensata pero pasiva. No hay expansión del universo ni desarrollo emocional, y el conflicto principal se siente forzado.

Al igual que The Hangover Part II, Lotoman 2.0 traslada la misma fórmula a una nueva situación, pero sin ofrecer evolución real. La comedia funciona por momentos, pero el guion no aprovecha el potencial de explorar las consecuencias reales de la riqueza repentina o la presión social del nuevo estatus.
McKee (1997) sostiene que el arco de un personaje es su transformación emocional a lo largo de una historia. Una vez que ese arco se ha completado, repetirlo no solo resulta innecesario, sino que debilita el impacto emocional. El público ya ha sido testigo de esa evolución; verla de nuevo genera tedio más que empatía.

Este problema es evidente en Joker: Folie à Deux (Phillips, 2024). En Joker (Phillips, 2019), Arthur Fleck experimenta una transformación radical: de un hombre alienado y marginado a un individuo que abraza plenamente su identidad como el Guasón. El clímax de la primera película —la escena del baile sobre el coche policial mientras Gotham arde— funciona como una coronación simbólica de su nueva identidad. El guion original lo confirma con la frase: “Now he is the Joker” (Silver & Phillips, 2018, p. 118).

Sin embargo, en Folie à Deux, Arthur parece retroceder emocionalmente. En lugar de explorar las consecuencias de su transformación, la película lo presenta atrapado en una nueva ambigüedad psicológica. Aunque el uso del género musical introduce una variación estilística, el personaje recorre dilemas similares a los de la primera entrega: la identidad, la locura y la desconexión con la realidad. Esta falta de desarrollo contrasta con el modelo de evolución continua que McKee (1997) considera esencial para la progresión narrativa.

Puedes leer: Vargas Llosa, campeón del “Boom”

En oposición, El Padrino II (Coppola, 1974) ofrece un ejemplo sólido de cómo puede desarrollarse un personaje en una secuela. Michael Corleone no repite su ascenso al poder; en cambio, la historia se centra en su degradación moral y su creciente aislamiento emocional. Este arco descendente constituye una evolución genuina y coherente con el personaje, que amplía y profundiza lo establecido en la primera parte.

3. Contradicen la entrega original

Uno de los errores más graves de una secuela es contradecir el mensaje, el tono o la resolución emocional de su antecesora. Según Bordwell y Thompson (2013), la coherencia interna del universo narrativo es un componente clave de la experiencia estética. Cuando una secuela ignora o desmantela esa coherencia, el espectador percibe una ruptura que compromete el valor de la historia original.

La secuela que contradice su propio mensaje: Sanky Panky (2018)

La película original, Sanky Panky (2007), dirigida por José Enrique Pintor, era una comedia con cierto trasfondo crítico: abordaba la realidad de muchos hombres dominicanos que se relacionan con turistas extranjeras buscando una salida económica, exponiendo el fenómeno del “sanky panky” en la zona turística de Bávaro. Aunque ligera, la película reflejaba el deseo de migrar, el desempleo y las dinámicas de poder en las relaciones con extranjeras.

En Sanky Panky 3, esa crítica desaparece casi por completo. Tito, el protagonista, vive en Estados Unidos, pero la película se enfoca en una comedia más superficial, basada en malentendidos, situaciones ridículas y una trama romántica débil. El personaje ya ha cumplido su deseo inicial — migrar— pero la historia lo devuelve a problemas banales que no conectan con la premisa ni con el mensaje original.

La contradicción se acentúa cuando la secuela idealiza el “sueño americano” y trivializa la migración, ignorando los aspectos difíciles que la primera entrega al menos insinuaba. Así como Joker: Folie à Deux desarma el arco de su protagonista, Sanky Panky 3 invalida gran parte del contexto social que le daba sentido a la original.

Joker: Folie à Deux incurre en este error. Si en la primera película Arthur afirmaba, implícita y explícitamente, su transformación en el Joker, en la secuela le dice a su psiquiatra: “No soy el Joker”. Esta línea no solo introduce una contradicción narrativa, sino que socava el cierre emocional de la entrega anterior. La transformación que parecía definitiva ahora es cuestionada, lo cual genera ambigüedad sin propósito claro.

En mi Opinion, las secuelas fallidas no fracasan por falta de recursos ni por exceso de nostalgia del público. Fracasan porque desatienden principios narrativos fundamentales. Como se ha demostrado, tres errores comunes explican la mediocridad de muchas secuelas contemporáneas: no expanden su universo, repiten arcos ya resueltos y contradicen el mensaje emocional de la historia original.

Referencias
Bordwell, D., & Thompson, K. (2013). El arte cinematográfico. McGraw-Hill.
Getino, O., & Solanas, F. (1969). Hacia un tercer cine. Tricontinental. Sarris, A. (1962). Notes on the auteur theory in 1962. Film Culture.

Más leídas