Robar siempre es delito, pero robar a los más pobres, es criminal. Pienso en los indulgentes del sistema de subsidios denominado Bonogás.
Pienso en los padres de familias que tienen que hacer malabares para reunir el dinero para comprar un cilindro de gas.
Y hasta en los choferes de carros públicos y privados, taxis y minibuses cuyos vehículos funcionan con sistemas de gas.
Todas estas personas son víctimas de comerciantes inescrupulosos que dejan de echar, aunque cobran, desde un 20 hasta un 50 por ciento del contenido de los cilindros que llevan a las estaciones de expendio.
Y lo peor del caso es que tienen años cometiendo fraudes, acumulando millones de pesos para al final, si son descubiertos, ser denunciados, sometidos a la justicia o cerrarles por dos o tres días las máquinas de expendio amañadas.
Debemos respaldar, sin reservas, la cruzada que en defensa del pueblo ha iniciado la directora de Pro Consumidor, licenciada Altagracia Paulino, junto a otras entidades oficiales que les sirven de soporte técnico y legal como la DIGENOR, la Fiscalía y la Procuraduría.
Por su parte, los jueces que conozcan los sometimientos por fraude en el expendio de gas, tienen una gran responsabilidad ante el pueblo víctima de un delito que por las implicaciones y daños que conlleva, en perjuicio de las clases más necesitadas, puede considerarse un delito de lesa sociedad.
Porque, si los poderosos distribuidores de gas sometidos a la justicia logran con su influencia económica, política y hasta militar doblar el brazo de la ley (como ya se vislumbra con la aprobación de un recurso de amparo), hay que olvidarse de la defensa del consumidor en éste y otros casos.
Y lo peor de todo esto, es que las expectativas y esperanzas de justicia de un pueblo secularmente engañado, nuevamente se habrán perdido.