El fraude electoral es más sencillo

El fraude electoral es más sencillo

Da la impresión de que el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, está dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de reelegirse en ese cargo. Para ese fin, el Partido Republicano considera que Florida, un Estado donde gobierna su hermano, es crucial.

Por lo tanto, se han empeñado en diseñar una estrategia que convenza a la mayoría de los ciudadanos norteamericanos de origen cubano para que voten a su favor. Para sorpresa de nadie los halcones de Washington se han trazado una línea sumamente agresiva.

Para muestra basta un botón. El diez de octubre del año pasado el presidente Bush recibió en la Casa Blanca a lo más granado del anti comunismo de Florida. Allí se comprometió a desarrollar una política para atacar a Cuba. Llegó el Mandatario norteamericano al extremo de designar una comisión encabezada por el canciller Colin Powell para establecer la política a seguir cuando el gobierno revolucionario fuera derrocado. Preocupante resulta, además, que la campaña de aislamiento que se desarrolla desde entonces contra el régimen cubano guarda mucha similitud con la que se estableció hacia Irak en los tiempos previos a la agresión de marzo de 2003. Mucho se parece también el discurso de Colin Powell ante la OEA en junio de 2003 a la campaña de aislamiento contra el gobierno de Irak que desató Estados Unidos en la ONU y en la Liga ╡rabe antes de la más reciente invasión.

Ahora bien, si alguien tuviera acceso a las orejas de George W. Bush debía decirle que atentar contra Cuba es jugar con candela. Para sus propósitos reeleccionistas sería más conveniente que volviera a hacer otro fraude electoral y no inventara una invasión, un atentado o un bombardeo contra la isla caribeña. Al igual que en Afganistán y en Irak, los norteamericanos podrían saber cuándo y cómo entrarían, pero nunca cómo y cuándo salir de allí. Cuba es un país muy organizado, social y militarmente. Mucho más que Irak y que Afganistán. Y si alguien duda, que le pregunte a la Agencia Central de Inteligencia o a cualquiera de los nueve Presidentes anteriores que pasaron por la Casa Blanca desde que Fidel entró a La Habana en 1959. Playa Girón (o Bahía de Cochinos, como quieran llamarle) no fue un accidente histórico. Otro intento de esa naturaleza tendría que ser realizado con tropas ideológicamente fortalecidas para disponerse a anegar la tierra cubana con su sangre.

De la misma manera, no puede perderse de vista que, si agreden a Cuba, el avispero latinoamericano se alborotaría como no sucede desde cuarenta años atrás. Más ahora cuando la sumisión de los gobernantes del continente escasea. Porque no vayan a decir que la protesta de los pueblos latinoamericanos va a ser frenada por Vicente Fox, Hipólito Mejía, Jorge Batlle o Vicente Toledo, para sólo mencionar a los más conservadores y sumisos entre los gobernantes del área. Tropas, embajadores y enviados especiales le van a faltar a Estados Unidos para frenar las protestas que se darían. Si para oponerse a la agresión contra Irak se movilizó medio mundo, en el caso de que la víctima fuera Cuba, las dos mitades se sumarían para hacerle la vida imposible a la patología guerrerista de George W.

Sólo hay que imaginarse el desequilibrio que se ha generado en el área del Caribe con Haití, convertido en un pañal de niño pobre que, de tan cagado, no hay por donde agarrarlo. Se ha perdido allí el control de la situación a pesar de que no hay personajes carismáticos que convoquen a la solidaridad continental como sería el caso de Fidel y de la Revolución cubana. Venezuela resiste con dignidad las constantes conspiraciones patrocinadas por Estados Unidos. Colombia se mantiene en pie de guerra contra la intervención militar norteamericana bajo la excusa de la lucha contra la droga. Brasil y Argentina continúan recuperando su liderazgo en el continente y sus gobiernos jamás se sumarían a otra infamia contra Cuba. Los pueblos del Caribe inglés y varios otros de América Central de seguro se levantarían masivamente a protestar contra una agresión a Cuba.

Así que si el presidente Bush quiere de verdad reelegirse, que mejor concentre todos sus esfuerzos en realizar un buen fraude electoral, tal como lo hizo en noviembre de 2000. Esa sería una salida más sensata que lanzarse a una agresión militar contra la emblemática isla del Caribe que desde 45 años atrás ha sido la espina que ha herido de muerte el ego imperial que Bush y los Republicanos quisieran restaurar.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas