El führer

El führer

A la mayoría de los poetas, creadores de fantasías, novelistas, cronistas y representantes de medios de comunicación, les apasiona el tema de la muerte, lo que podría explicarse recordando que es el irreversible final de la vida, triunfadora sobre todos, la última compañera con la cual iremos a la cama, sin importar nuestros éxitos y fracasos. Ella, en términos publicitarios, “vende” más que la vida.

El griego Georges Papanicolaou, paradigma científico por una sencilla prueba, diariamente se menciona, más por el número de muertes que evita, que por los millones de vidas que ha salvado. El caso de las vacunas es parecido: Sus pioneros fueron mencionados fervorosamente cuando comenzaron a evitar muertes y hoy nadie los recuerda mientras millones de vidas se siguen salvando por los trabajos de Jenner, Pasteur y Koch, von Gelming, Kitasato, Calmetre y Guerin, Salk, Enders y Seller, entre otros, con enfermedades como viruela, cólera, rabia, tétanos, difteria,  tuberculosis, poliomielitis, sarampión y rubéola. Sin embargo, Adolfo Hitler, el führer, es retomado como tema por escritores, guionistas de películas e historiadores por su horroroso saldo de torturas y muertes.Últimamente ha tomado relevancia otro alemán, que en el año 1906 describió el caso de una paciente con trastornos de la memoria, la conducta y el lenguaje, cuya necropsia reveló daños precisamente en los centros anatómicos cerebrales que controlan esas áreas. En el año 1910 Krepelin, psiquiatra compañero de trabajo, propuso que a esa enfermedad se le llamara como su colega: Alzheimer.

Este alemán, Alzheimer, es como un nuevo führer destruyendo anualmente miles de vidas en el mundo. Su notoriedad es igualmente funesta, porque, hasta el día de hoy, no tiene cura.

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