El futuro de las relaciones entre los Estados Unidos y China

El futuro de las relaciones entre los Estados Unidos y China

Julio E. Diaz Sosa

En la famosa novela china “El Romance de los Tres Reinos”, escrita en el siglo XIV, se evoca la unidad del imperio chino, y cada período de división, fruto de las caídas de las distintas dinastías que gobernaron China durante siglos, es tipificado como una aberración. Durante siglos, en la cultura china, por lo vasto de su territorio, se ha generado la sensación de que China es un mundo en sí misma. Esto, a su vez, respaldado por la figura del emperador con ribetes universales que gobierna todo bajo la concepción: “Todo debajo del cielo” o tian xia.

Históricamente, en China se ha visto a los extranjeros como bárbaros, y nunca les ha gustado la influencia de otra cultura ni influir en otras culturas. En el siglo XIX, China comenzó a experimentar de manera recurrente el asedio de otros imperios, especialmente el británico, que luego dio lugar a la Guerra del Opio y el siglo de la humillación china. Sin embargo, ante la resistencia natural de las autoridades chinas a aprender de otras culturas, un oficial chino llamado Wei Yuan publicó en 1842 un estudio denominado “Planes para una Defensa Marítima”, que en esencia analiza el fracaso de China en la Guerra del Opio. En dicho estudio, Yuan reconoce las debilidades materiales de China en relación con sus pares europeos. De igual manera, propuso aplicar la diplomacia del balance de poder que aplicaban los europeos en su momento. En pocas palabras, Yuan sugería que los chinos debían aprender las habilidades superiores que poseían los bárbaros en ese momento para luego atacarlos. Pero debido a la cosmovisión del momento del liderazgo de la dinastía Qing, su estrategia no fue tomada en cuenta. Dicha propuesta serviría un siglo y medio más tarde para consolidar el poderío de China en el mundo.

A lo largo de los siglos, si algo han tenido claro los chinos es que no quieren influencia de ninguna cultura. Todo se rige bajo la filosofía del Confucionismo, ni siquiera la Revolución cultural de Mao pudo sustraerlo desde las entrañas de la sociedad. Y no menos importante, no ser asediado en sus fronteras por ninguna potencia extranjera. Con el triunfo de la Revolución china en 1949, varias regiones del antiguo imperio chino ya no formaban parte de su territorio, tales como el Tíbet, partes de Xinjiang, partes de Mongolia y áreas de la frontera de Birmania (Myanmar). Sin embargo, en ese momento, los soviéticos mantenían su esfera de influencia en el noreste. Por tal razón, Mao, inmediatamente después de tomar el control del país, exigió en la comunidad internacional, especialmente a Stalin en su primera reunión en diciembre de 1949, que China debía reclamar sus fronteras desde la época imperial con máxima extensión territorial. Esta cosmovisión china condujo a Mao, meses después, a intervenir en la Guerra de Corea, para evitar la presencia estadounidense en la parte norte de la península coreana. Este fue el primer enfrentamiento internacional de la China de Mao en la arena internacional en una guerra proxy.

El propósito de este recuento histórico es entender el contexto de cómo se abre paso el establecimiento de las relaciones sinoestadounidenses. Como describe (Kissinger 2011), Richard Nixon escribió un artículo para la revista Foreign Affairs en el año 1967, donde decía que: “Nosotros simplemente no podemos darnos el lujo de dejar a China fuera para siempre de la familia de naciones”. Ese artículo marcó la pauta para el acercamiento entre China y los Estados Unidos, pero no antes de darse un choque entre las maltrechas relaciones entre China y la Unión Soviética. Para el año 1969, los soviéticos continuaban con su expansión en el sudeste asiático y Asia Oriental, pues comenzaron a acosar a China en sus fronteras con sus tropas en la región de Xinjiang, en el noroeste del país. Para el verano de 1969, parecía inevitable una guerra entre China y la Unión Soviética. Aprovechando la ocasión, los Estados Unidos relajaron algunas restricciones comerciales menores con China, y en cambio, el premier chino Zhou Enlai (pieza fundamental en el establecimiento de las relaciones entre los Estados Unidos y China junto con Henry Kissinger), dejó libre a dos navegantes estadounidenses que se encontraban detenidos por haberse extraviado en aguas chinas.

Antes de producirse la primera visita del presidente Richard Nixon a China en febrero de 1972, el presidente Nixon envió en octubre de 1971 a su asesor de seguridad nacional en ese momento, Henry Kissinger, a ultimar detalles de dicha visita y trabajar en un comunicado que dejaría establecido el establecimiento de relaciones diplomáticas entre ambas naciones. Dicho comunicado, que fue trabajado entre Kissinger y Enlai, se llamó: Shanghái Comuniqué. El párrafo principal de dicho comunicado hoy en día sigue siendo el mayor punto de discrepancias entre ambas naciones, y aún no existe una hoja de ruta de entendimiento clara. Dicho párrafo reza lo siguiente: El lado estadounidense declaró: Los Estados Unidos reconocen que todos los chinos en ambos lados del estrecho de Taiwán mantienen que hay solo una China y que Taiwán es parte de China. El Gobierno de los Estados Unidos no desafía esa posición. Reafirma su interés en una solución pacífica de la cuestión de Taiwán por los propios chinos. Con esta perspectiva en mente, afirma el objetivo final de la retirada de todas las fuerzas e instalaciones militares estadounidenses de Taiwán. Mientras tanto, reducirá progresivamente sus fuerzas e instalaciones militares en Taiwán a medida que disminuya la tensión en la zona.

Las relaciones entre los Estados Unidos y China, dentro del marco de una cooperación mutua debido al expansionismo soviético durante la Guerra Fría, cuya dinámica geopolítica no aplica a las condiciones actuales de ambas naciones. Por ejemplo, la economía soviética en su momento de mayor esplendor no tuvo el impacto en la economía global que tiene la economía china en la actualidad. Con la llegada de Deng Xiaoping, China sufrió la mayor transformación económica de su historia, adoptando las enseñanzas de Occidente que puntualizó en su estudio Wei Yuan en 1842, que hoy amenaza la hegemonía de Occidente dentro del orden mundial. Sin dudas, esto genera confrontación, por el hecho de que muchos ven las relaciones entre ambos países como un juego de suma cero.

Coincidimos plenamente con (Kissinger 2011), cuando establece que el surgimiento de una China próspera y poderosa no debe verse como una derrota estratégica para los Estados Unidos, y que la relación entre ambas naciones debe basarse en un proceso coevolutivo. De entrada, China no busca ser una potencia con matices expansionistas como lo fue la Unión Soviética, sino más bien busca tener influencia en la región del Asia-Pacífico. Por tal razón, busca reconfigurar un orden mundial del cual forma parte, pero sin haber participado en la configuración de este debido a su debilidad en dicho momento. Por consiguiente, es fundamental que China y los Estados Unidos configuren un nuevo orden mundial multipolar con los actores claves, para evitar un desafío de los micropoderes que denomina (Naím 2013), que pudiesen desafiar las tomas de decisiones de los países más poderosos para enfrentar los desafíos globales que vive la humanidad como lo son: el cambio climático, la desigualdad económica, las pandemias, delitos cibernéticos, terrorismo, etc. Sin cooperación, cada día que pase seguirá la erosión del poder global; la no cooperación es sinónimo de la destrucción del planeta.

Referencias:

  1. Kissinger, H (2011). On China. Penguin Group.
  2. Naím, M (2013). The End of Power: From Boardrooms to Battlefields and Churches to States, Why Being in Charge Isn’t What It Used to Be. Basic Books.