El futuro de las tasas de interés

El futuro de las tasas de interés

Alemán recomendaba releer la Teoría General de las Tasas de Interés de Keynes. Esta obra fundamental, escrita en el contexto de la Gran Depresión, identificaba a la demanda por dinero como determinante crucial de las tasas de interés.
Para Keynes, las tasas de interés representaban una remuneración por desprenderse del efectivo por lo que estarían determinadas en relación a la oferta monetaria, vista la preferencia por la liquidez; y no por la diferencia entre demanda y oferta de crédito como sostenía la escuela clásica.
Actualmente las tasas de interés internacionales presentan niveles muy bajos. Los bonos de la Unión Europea a 10 años se han reducido de 4.0% en 2005, a 2.0% en 2012, a una tasa negativa de -0.60% actualmente. En septiembre el BCE rebajó su tasa de política de -0.40% a -0.50%, penalizando a los bancos que depositen en el BCE en vez de prestar los fondos. En Estados Unidos la tasa de los fondos federales estuvo cerca de cero entre 2008 y 2016. Para diciembre 2018 la curva de rendimientos de los bonos del Tesoro presentó una inversión (tasas a largo plazos inferiores a tasas de corto plazo), otrora un indicador de recesión que implicaría tasas más bajas a futuro.
¿Qué está pasando? Keynes planteó que existía una tasa mínima a la cual los individuos prefieren no ahorrar y guardan efectivo, dejando de consumir. Como resultado se cae en la trampa de la liquidez, una situación donde rebajas de las tasas de interés no estimulan la inversión.
Aunque las formas de tenencia de dinero han cambiado este paradigma, la situación que describe se cumple actualmente en las economías desarrolladas. En ese sentido, estudios sugieren que viene cayendo la tasa neutral de interés (la tasa de interés real que equilibra los mercados laborales y permite al PIB alcanzar su nivel potencial sin promover inflación). Este proceso de caída lleva varias décadas, aunque aceleró después de la crisis subprime de 2007.
Diversos factores afectan la tasa de interés neutral: Un perfil demográfico envejeciente aumenta el ahorro de quienes buscan prolongar su consumo en el tiempo, sin que una renovación demográfica compense. Esto reduce la productividad y desacelera el PIB, deprimiendo las tasas de interés. Verificando: el crecimiento de la Eurozona y Japón promediaba 5% en los años ’60, cayendo a 3%-4% en los ’70-’80, a 1% luego de los ’90, incluyendo varios años con crecimiento negativo. Estados Unidos, demográficamente más dinámico y de mayor productividad, muestra una caída más leve, pero sostenida de su PIB, de 4% a 2% para el periodo 1966-2014.
El cambio tecnológico y la globalización aceleran el crecimiento y reducen precios impactando la inflación a la baja, y al mismo tiempo desplazan empleos y redistribuyen ingresos, alterando los patrones de consumo.
El estancamiento general de los salarios agrava lo anterior, a lo que se suman mayores inclinaciones al ahorro por la esperada insuficiencia de los planes de pensiones.
Las crisis financieras generan incertidumbre y reducen los incentivos a prestar de los bancos, lo que constriñe la inversión y aumenta la aversión al riesgo de los inversionistas, fomentando la inversión a plazos cortos, deprimiendo los rendimientos de títulos de largo plazo, influenciados, además, por bajas expectativas de inflación por la baja inversión. Adicionalmente, algunos culpan a los regímenes monetarios que combatieron desmedidamente las alzas de inflación.
Cual sea la explicación, el futuro de las tasas de interés, vista la actual coyuntura económica y las proyecciones demográficas en las economías desarrolladas, perfila una tendencia a la baja. Mario Draghi recientemente sugirió que las tasas del BCE no aumentarían hasta dentro de una década y algunos creen que esto contagia a las tasas en EE.UU.
Mientras, en América Latina los rendimientos continúan positivos con margen de sobra. A notar, las trayectorias de las tasas en LATAM son inversos al desempeño económico: están disminuyendo en RD, Brasil, Chile, Costa Rica y México y Perú y subiendo en economías con dificultades fiscales y políticas como Argentina, Nicaragua y Venezuela. Esto así, las economías con tasas reales positivas como reflejo de sus sólidos fundamentos económicos continuarán a ser el destino preferencial de capitales internacionales y el mejor resguardo de los capitales locales importantes para el dinamismo y desarrollo económico.

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