El futuro de nuestras universidades

El futuro de nuestras universidades

Jesus de la Rosa.

-8-
El futuro de nuestras universidades. El sistema dominicano de instituciones de educación superior se ha transformado de manera muy significativa en los últimos cincuenta años. Su población estudiantil ha aumentado considerablemente; hay una diversidad de instituciones del género con fines y funciones variadas; se han multiplicado y diversificado las carreras profesionales y los programas de estudios que en ellas se cursan.

Las instituciones que señalamos en esta entrega han venido experimentando cambios en su estructura y composición, en su papel ante la nación, en los objetivos que se trazan, y en las organizaciones que se dan para alcanzarlos.

En tiempos de Trujillo, la Universidad no era más que un coto cerrado, un patrimonio de una minoría privilegiada.
En la actualidad, la población estudiantil de la Pontificia Real y Autónoma Universidad de Santo Domingo (UASD) sobrepasa los 200 mil estudiantes, más de la mitad de la población universitaria de todo el país y un número cada vez mayor de jóvenes que años atrás no podían acceder a las aulas de la Universidad Primada de América.

A pesar del crecimiento acelerado de la población de jóvenes dominicanos que cursan estudios en nuestras universidades y en nuestros institutos de estudios superiores, las tasas de escolarización del nivel terciario continúan siendo bajas: menos del 10 por ciento de dominicanos y dominicanas de edades comprendidas entre los 18 y 30 años.

Leer más: UASD presenta documental “Garantía de Vida” sobre consecuencias ilegalización del aborto

La influencia de la Universidad estatal es considerable. Su origen data de los tiempos coloniales. La UASD es más vieja que la República. A esto agregársele, además de la calidad de la enseñanza que allí se imparte, el desarrollo de sus investigaciones y el bien orquestada de su política de extensión cultural.

Es lógico que al pensar en el futuro de nuestra educación superior tomemos muy en cuenta y analicemos con mucho cuidado lo que está ocurriendo en otras universidades del mundo, así como de qué manera esas ocurrencias pueden afectarnos. Pero a la hora de decidir qué cambiar de nuestras universidades, debemos de partir de un conocimiento acabado de nuestra realidad.

En esas discusiones e intercambios de puntos de vista con expertos de organismos internacionales y de universidades extranjeras hemos podido observar en algunos de nuestros expertos más jóvenes ciertas actitudes de seguimiento y de obediencia casi ciega a los dictámenes de los expertos extranjeros. Los hemos visto usar los mismos argumentos e imitar los gestos de sus pares extranjeros.