El futuro del PRD

El futuro del PRD

Hay dos modos básicos de apreciar la situación del PRD, a raíz de los resultados de las pasadas elecciones: pensar que el vaso está medio lleno, es decir, ver las cosas con optimismo; o pensar que está medio vacío, que es la visión del pesimista.

Quien ve el vaso medio vacío dirá que el PRD no obtuvo ningún senador, que el PLD controla la mayoría absoluta de la Cámara de Diputados, y que el control total del Senado permite al partido morado tener la mayoría del Consejo Nacional de la Magistratura (CNM) y, por tanto, conformar unilateralmente las altas cortes (Tribunal Constitucional, Suprema Corte de Justicia y Tribunal Superior Electoral). Quien ve el vaso medio lleno afirmará que el PRD aumentó sustancialmente su número de diputaciones, que ganó un número importante de alcaldías, que aumentó su porcentaje de votos a nivel nacional y que ganó en importantes centros urbanos, vitales para una eventual victoria en 2012.

Como en casi todas las cosas, la verdad quizás se encuentre en el justo medio. El PRD ha aumentado su porcentaje de votos a nivel nacional pero todavía está lejos de la mayoría necesaria para ganar en una primera vuelta en 2012. El PLD tiene la mayoría absoluta de la Cámara de Diputados pero le faltan muchas diputaciones para lograr las 2/3 partes de los votos necesarios para aprobar las leyes orgánicas requeridas por la Constitución de 2010. El PLD controla el CNM pero el diputado del PRD puede ser el llanero solitario que de voz a los que no tienen voz, a la sociedad civil organizada y a más del 40% de la población que no votó en las pasadas elecciones, que temen unas altas cortes politizadas, cuyos miembros sean elegidos en un proceso nada público ni transparente. El PRD habrá obtenido más del 40% de los votos a nivel nacional pero ello fue logrado en condiciones de inequidad electoral, comprobada hasta por los observadores de la Organización de Estados Americanos.

Por eso, es realmente un exceso lamentable y censurable pedir la renuncia del liderazgo del PRD, en particular de su presidente, el Ing. Miguel Vargas Maldonado. Lo que manda el momento es que el PRD, bajo el liderazgo de Vargas, pueda iniciar, junto con los grandes e históricos liderazgos del partido blanco, un proceso serio de reflexión, sana crítica, unificación y trabajo mancomunado para el fortalecimiento de una formación partidaria que es un activo de nuestra democracia. Hay que abrir el PRD al tercer partido, que no votó, la masa silente hastiada de la rutina clientelar y de los discursos de siempre, pero hay que abrirlo también a todos los perredeístas que, con razón o sin razón, se sienten injustamente excluidos. Y lo que no es menos importante: hay que fortalecer institucionalmente al partido, modernizarlo con cuadros a tiempo completo, conectarlo con las redes sociales e institucionales y democratizarlo internamente, de modo que el partido se prepare para una selección democrática y transparente de su candidato presidencial para el 2012.

Creo sinceramente que Miguel Vargas y el PRD bajo su conducción han pasado exitosamente la prueba de los pasados comicios. El momento ahora, como con atino y perspicacia señaló el Ing. Hipólito Mejía, es el de la defensa del voto en unas elecciones fuertemente contestadas, donde el PLD ganó en muchas demarcaciones por estrechísimo margen, y donde deben quedar despejadas las dudas acerca de cualquier irregularidad que tiña la transparencia de un proceso electoral tan decisivo no solo para el PRD sino, sobre todo, para el país. Pasado este momento, el PRD debe sumirse en un proceso de reflexión, de crítica y de autocrítica, que le permita seguir jugando un rol importantísimo no solo como oposición firme pero leal, sino también fundamentalmente como opción de poder de por lo menos la mitad de la población dominicana.

El futuro de la democracia dominicana se juega en el futuro del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), el más viejo partido del sistema y el principal partido de oposición. Si desde adentro se apuesta irresponsablemente a la destrucción del PRD, entonces no cabrá duda de que nos encaminamos a ese gobierno despótico de partido único que tanto temen muchos.

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