El futuro económico en un espejo

El futuro económico en un espejo

El futuro preocupa, desde hace mucho. En 2005 el padre Alemán publicó “El Futuro Económico Visto Hoy”, donde planteaba que planear el futuro requería estudiar “los cambios experimentados en tecnología, financiamiento y cultura que vivimos hoy…para luego… imaginar el punto ideal hacia el que nos conducen esos cambios, partiendo de lo que sucede en países que lo experimentaron antes que nosotros” y nos refiere al prólogo de El Capital, donde Marx afirma que “Inglaterra era el espejo donde debían mirarse Alemania y el resto de Occidente”.
Observaba que “cuantos tenemos unos años de vida y hemos podido leer lo que pasaba en República Dominicana en la primera década del siglo XX sabemos que la tecnología y la cultura, el estilo de vida, han sufrido cambios… la tecnología de la navegación, las telecomunicaciones y la energía han internacionalizado la actividad económica, limitando drásticamente la exclusividad de los mercados nacionales” por lo que “quien hoy produce encontrará una fuerte competencia foránea tanto en los bienes producidos como en los bienes demandados por los consumidores nacionales. Evitarlo es inútil: hay que plegarse a las exigencias de un mercado globalizado al cual los consumidores dominicanos son adictos”.
Recientemente, otros analistas han externado preocupaciones sobre el futuro concerniente a factores tan diversos como el cambio climático, el cambio demográfico, la feminización del trabajo y el conflicto de civilizaciones relacionado con la emigración y la inmigración. Pero todas las respuestas posibles se enmarcan en la pregunta fundamental: visión institucional.
Alemán observa que lo más impactante del inevitable proceso globalizador “es el cambio que impone a las instituciones económicas y políticas. En contra de nuestra cultura santificadora de las relaciones familiares y amicales, y hostil a relaciones interpersonales objetivas y neutras en lo que toca a premiar capacidad, experimentamos la exigencia internacional que insiste en reglas universales”.
Con respecto a esto J.L. Alemán especificó: “el porvenir del país dependerá del cumplimiento de marcos legales estables sin modificaciones ad hoc de incentivos, subsidios y la misma Constitución. El influjo de políticas ‘pro domo sua’ (interés propio) disminuirá. La fría ética de negocios nos obligará a ser menos arbitrarios y saqueadores y a tener expectativas de futuro más confiables”.
Cabe señalar que la globalización llevaba implícito el concepto de unipolaridad. Sin embargo, la globalización de facto ha propiciado el multipolarismo (EEUU-China-Rusia) resultando ahora un menú de visiones y prácticas – no necesariamente excluyentes – dentro de la globalización con implicaciones locales.
La pregunta, pues, es ¿quién será nuestro espejo? Al elegir ejes económicos, elegimos implícitamente modos de institucionalidad. Tal vez necesitemos reinventarlas dado su deterioro aparente en lugares antes impensados, pero evitando la globalización superficializada, es decir, sin los propicios cambios institucionales.
Alemán recalca que: “Esto no significa, por supuesto, que muera la nostalgia por una justicia mayor, más humana y más profunda. El sentido de la vida, de la compasión y de la muerte no se suprime por una mayor corrección en las relaciones económicas”.
Nuestro retrovisor muestra un camino de sobreconsumo, enfatizando bienes importados, con requerimientos excesivos para soluciones privatizadas ineficientes que profundizan diferencias y agudizan carenciasen desmedro del ideal arriba. Elegir un espejo.

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