El futuro es ahora

El futuro es ahora

Creí que mi último viaje tocaba a su fin, gastado todo mi poder; que mi sendero estaba ya cerrado, que ya había consumido todas mis provisiones, que era el momento de guarecerme en la silenciosa oscuridad.

Pero he visto que tu voluntad no se acaba nunca en mí. Y cuando las palabras viejas se caen secas de mi lengua, nuevas melodías estallan en mi corazón; y donde las veredas antiguas se borran, aparece otra tierra maravillosa.  
Rabindranathn Tagore.

La crisis económica mundial,  ya es adulta, puso al desnudo  esta realidad: vivimos profundamente anclados en el presente. Lo pasado, enterrado, y lo que adviene, que acontezca. Asumimos  el “ahora” sin prever: el consumo es la marca de los que poseen; la marginalidad, el sello de la mayoría. La reflexión sobre la dramática crisis que estremece  a la economía mundial, resulta un simple ejercicio intelectual en reuniones internacionales. Aún prevalece la incertidumbre: hondos son los daños  que alcanzan a la vida misma de cada persona.

La crisis, fruto de la confluencia de tres feroces revoluciones: la de la globalización, la tecnológica y la financiera, pone, igualmente, en evidencia, otra realidad fundada: la jerarquía piramidal social que, cada vez más profusas y sofisticadas, domina el quehacer económico e influye, negativamente, sobre lo personal y lo colectivo.

Y esta  crisis continúa acrecentando la concentración de la riqueza, creando un alto desempleo estructural, obligando al repliegue de las mayorías excluidas de las riquezas a espacios familiares artificiales y marginales en extremo.

Las conquistas económicas y sociales continúan retrotrayéndose  con lo acontecido con las economías. Se es libre al satisfacer las necesidades primarias. La crisis sigue provocando pérdidas de conquistas que creíamos asentadas definitivamente, ejemplo, que existía  un futuro, y ocurre que ahora debemos construirlo.

El porvenir resbala cada vez más. La tarea urgente es recuperarlo como razón de existencia, lo que exige un cambio profundo de actitud.  No hay certeza en nada en una economía mundial caracterizada por períodos de mutaciones permanentes: la crisis  de la deuda, la de la hipoteca substandard, la de la liquidez, la bancaria, la deuda soberana de la Zona Euro, etc. Conspira,  en la construcción del futuro, lo urgente: vivir para el presente. La cotidianidad devora la reflexión. ¡Se es ahora, y ya!

¿Qué nos urge? La construcción del porvenir. En el pasado, dejamos que se impusiera la gravedad de lo cotidiano; nos acomodamos a un presente sin cuestionamiento. No hay tiempo en este mundo interconectado para un coyunturalismo destructivo. Hay que resarcir esa irresponsabilidad colectiva de las élites. Y no es únicamente por el que viene,  por el que está. Sin el futuro de éste, no habrá para el que viene. La ecuación es simple: hoy da el mañana.  No hay que mirar lejos, echemos una ojeada a los alrededores: ahí está el asunto latiendo fuertemente.

Pertenecemos a la comunidad internacional. La interrelación se impone: los otros nos complementan. Pero también tenemos nuestras especificidades como nación independiente. Analizando unas y otras, objetivamente,  estamos obligados a  implementar un plan maestro de acción que conduzca a un destino donde prevalezca el bienestar y la justicia social.

Estamos compelidos a poner en ejecución un plan que nos conduzca a un mejor país sustentado en que el futuro se construye de manera continua haciéndolo en el presente. Tenemos que aceptar que el modelo vigente se  caracteriza por un excesivo y ostentoso consumo  tanto privado como público; una falta de competitividad, generadora de aumentos explosivos de importaciones y un descenso dramático en las exportaciones, creando una balanza de pagos excesivamente negativo. Estas prácticas nos han llevado a un extraordinario endeudamiento que no cesa de crecer.

Las principales fortalezas: somos una de siete naciones en el mundo con acceso libre a un mercado internacional que tiene 700 millones de consumidores reales; una ubicación geográfica excepcional; una clase empresarial urbana y rural con experiencia y eficiencia; mano de obra productiva;  abundantes y fértiles tierras; una infraestructura importante, una formidable diáspora que  aporta significativamente al país.

Tenemos que asumir el presente como  plataforma para crear condiciones que conduzcan a un futuro real y productivo: la única forma de obtener el destino luminoso que el Señor ha señalado para nuestra Patria.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas