El futuro se pinta solo

El futuro se pinta solo

El domingo 6 de octubre se realizaron en los partidos votaciones primarias simultáneas. En el caso del PLD fueron abiertas, es decir, aún gente que no pertenece al partido podía ir a votar. Cerca de dos millones de votantes lo hicieron, demostrando que el PLD sigue siendo una impresionante maquinaria electoral.
La innovadora inclusión de mecanismos de votación electrónica hizo que el conteo, además de ágil, fuera confiable. ¿Qué falló? Que en nuestro país el único conteo confiable es el que se da con un resultado de más de dos dígitos. Si la polarización electoral es muy fuerte y los resultados muy apretados, no tenemos, por blindado que resulte el mecanismo, una cultura de respeto a los resultados el ya cansón derecho al pataleo se hizo presente y Leonel Fernández, auspiciado seguramente por algunos de sus aliados, denunció que “se ha adulterado la voluntad popular”.
Y sin embargo, la sensación del público, incluso de muchos que se burlaban de la campaña y candidato que resulta ganador, Gonzalo Castillo, fue de alivio. Por primera vez en décadas las elecciones generales del año que viene no contarán con ningún candidato presidencial que se presente a reelección. Sus candidaturas son nuevas, más ligadas, en fortaleza y debilidades, más conectadas con una gran cantidad de votantes jóvenes y con una no menos despreciable cantidad de votantes que quieren estabilidad y crecimiento, pero que se sentían cansados de las mismas ofertas electorales año tras año.
No tiene mucho sentido analizar qué sobró o qué faltó para que se diera un resultado que no dejó de ser sorpresivo en el PLD. Lo que sí vale mucho la pena es lo que puede significar para el país esta oportunidad. La primera oportunidad, la de no alargar más este proceso de ignominias que ya lleva al menos tres años, eso ya valdría, al menos para tratar de reconstruir la credibilidad del partido morado. La segunda, reconstruir a partir de eso, una unidad necesaria. La tercera, refrescar la esperanza y fortalecer los procesos de alternancia política en el país. Ya está bueno de jarrones chinos que por querer estar en el medio se arriesguen (y al país) al deterioro de su influencia.
El futuro a veces, casi nunca en realidad, se puede prever. El futuro se pinta solo. Trae sus propias fuerzas, su propio fluir. Lo que ocurrió en el país en los partidos políticos no puede verse de otra manera que como una oportunidad para mejorar la democracia.
Arruinar esa oportunidad por no darnos cuenta que el modelo político mismo (y no tanto el económico) es el que deberíamos disponernos a cambiar, para que circule la esperanza, para que reconstruyamos la credibilidad y para que en vez de mantener una mediocre gobernanza sobre la base de administrar intereses particulares nos dispongamos a dejar que el futuro se pinte sólo, con colores nuevos, y con un liderazgo que nos disponga a los retos que vienen ya, sin avisar, sin esperarnos. Entremos al siglo XXI como una sociedad decente.

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