En la sala Ravelo del Teatro Nacional Eduardo Brito fue presentado el monólogo “El Gallo”, del escritor Rafael Morla, dirigido por Fausto Rojas y protagonizado por el actor Francis Cruz, en el que se recrean los últimos momentos y retrospección del presidente Joaquín Balaguer.
Nos Llamó la atención el título “El Gallo”, asociado con Balaguer. Habiendo vivido no solo sus veintidós años de Gobierno, también su período como presidente títere del tirano Rafael Leónidas Trujillo, el gallo era un apelativo asociado al dictador como decían los versos del merengue “Apuesto a mi Gallo”, de Luis Alberti, o el de Luis Kalaff, “Recogiendo limosnas no lo tumban”, interpretado por la Orquesta San José, donde en una burla a los expedicionarios de junio de 1959, decía “Ese gallo de Quisqueya es de pura calidad”.
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Para el presidente Balaguer, con sus luces y sombras -más sombras que luces- el gallo como símbolo de poder y arrogancia, significaba mucho, y al resurgir luego de decapitada la tiranía, lo utiliza como escudo de su “Partido Reformista” y su lema “el del gallo colorao”.
¿Acaso una manera sutil de mantener viva la memoria del “Gallo de Quisqueya”? o simplemente considerarse un “Nuevo gallo”.
El matiz estético del texto de Rafael Morla, de brillante prosa, entre drama y humor, en una constante espiral, nos acerca a este personaje de nuestra historia reciente, y el gallo adquiere un significado mayor, que nos remite a la antigua Grecia, cuando Sócrates en su morada final medita, considera la muerte como una cura definitiva de todos los males de la humanidad, y entrega al dios de la medicina Asclepio, un gallo, como una forma de agradecer por adelantado la “curación”.
La metáfora del Gallo es la dualidad, nacimiento-muerte; escucharlo cantar se considera un grito de victoria.
Rafael Morla escogió el título perfecto, el gallo está unido simbólicamente a la figura de Balaguer.
LA PUESTA EN ESCENA
En su lecho de muerte, colocado a un extremo del escenario, aparece el doctor Joaquín Balaguer; Francis Cruz desde esta primera escena logra conmovernos al escuchar sus primeros parlamentos, con una imitación veraz de la voz del personaje encarnado, que como un eco aun escuchamos.
Balaguer medita, cavila, consciente de su accionar como figura central, en una forma de justificación dice: “No soy lo que muchos dicen, tampoco lo que muchos creen” -cada cual tiene sus propias conclusiones- , entonces se levanta para recrear escenas retrospectivas de su dilatada carrera política.
Francis Cruz, posesionado del personaje patéticamente locuaz, en una fantasía actoral, incorpora el movimiento corporal y el gesto elocuente, acorde al momento, desde su viaje en bicicleta en plena juventud, a su paso lento con el correr de los años y su falta de visión.
Inseparable de su escritorio y máquina de escribir, en la que destaca su “página en blanco”, Balaguer se esfuerza, pero no tiene nada que decir… Francis logra momentos impactantes, como el diálogo con el periodista víctima de su Gobierno, Orlando Martínez; su introspección se convierte en un presente escénico, adicionado con detalles, sombrero, lentes y bastón, que recrean la figura de Balaguer.
La escenografía de “Track Stage” es el resultado de una concepción semiológica de la puesta en escena; con múltiples elementos, cama, escritorio, bicicleta, una pantalla central, en la que se proyectan imágenes transformadas en escenas realistas, donde aparecen Amín Abel y otras víctimas de su intolerancia; al paso de estas imágenes, Balaguer se enfrenta a la realidad y se pronuncia con un discurso justificando cada situación…”Culpa del tiempo son”.
En otros momentos, sus palabras sobre ciertos temas, tienen vigencia en el presente, Francis consigue impactar en cada escena. La iluminación adecuada de Leonel Del Valle, y la música escogida con diferentes temas, propios de la época, crean la atmósfera adecuada, nos deleitamos al escuchar el famoso poema musicalizado “Lucía” del propio Balaguer.
En un lateral sobre una columna, aparece el gallo, con el que dialoga, elemento símbolo convertido en cómplice. En un soliloquio final meditativo, Francis Cruz alcanza un momento supremo, “La historia me juzgará”.
El ritmo de la representación no decae, la suma de cada momento en su complejidad, logra articular el ritual y proyectarlo en su justa dimensión semántica, todo esto es producto de la magia que emana de la batuta del joven director Fausto Rojas, que pauta con precisión y creatividad, produciendo una sinfonía escénica.
La página en blanco está por escribirse, asista a esta representación y escriba usted sus propias conclusiones; el gallo seguirá cacareando a través de la historia, mientras… disfrutemos del buen teatro este fin de semana.