El Gavilán y la paloma

El Gavilán y la paloma

El Gavilán desde sus alturas divisó su presa. Había que atraparla. “Tiene razones para confiar”. En política todo tiene su precio. Francina Hungría era prácticamente desconocida fuera del círculo familiar, sus entrañables amigos, vecinos y compañeros de estudios, hasta que un día, la desgracia, tocó su puerta: unos desalmados la privaron de la vista para despojarla de su celular camino a su casa. Esa fatalidad torció su destino.
De buenas a primeras se convirtió en una celebridad. Todos los ojos puestos en ella no solo por ser victimizada del cobarde atentado criminal, similar a tantos otros, sino por su coraje singular, la estoica actitud asumida de no darse por vencida, dando muestras de poseer una voluntad férrea, una fortaleza espiritual y un caudal de virtudes digna de encomio, admiración, cariño y respeto.
Que se sepa Francina nunca se distinguió como combatiente ardorosa en defensa de la clase desposeída ni por ambiciones políticas o militancia en partido alguno, para verse arrastrada al terreno pantanoso de una campaña electoral de un partido que la postula como Vice Alcaldesa de un gobierno municipal que durante 12 años fue incapaz de mantener una ciudad limpia y ordenada sus calles, sus barrios libres de basura, de ruidos, de contaminación; rescatar su antigua hidalguía, sus ruinas y monumentos de la zona colonial, su atractivo turístico, el encanto del malecón entristecido, despojado de su belleza natural.
El Gavilán sabe perfectamente que no necesita de Francina para conseguir votos y ganar la Alcaldía el 15 de mayo. “Tiene razones para confiar”. Pero ningún esfuerzo es inútil. Vio la presa ideal para cubrir la cuota impuesta por la ley electoral que demanda el registro del 33% de mujeres a cargos electivos, y quiso sacarle provecho a esa ley demagógica que no se compadece con la realidad política, social y económica de una sociedad decadente, mal estructurada, resquebrajada; que no garantiza la solvencia de un escrutinio democrático, donde el voto del ciudadano libre poca significación tiene.
Igual que en el comercio y la industria el hecho de tener en su nómina de empleados el 33% o el 50% de mujeres inscritas no garantiza una producción mayor ni mejor, lo mismo en política. Lo importante es la calidad no la cantidad de aspirantes, su moral política: “A cada quien según sus capacidades.” Igualdad de oportunidades en igualdad de condiciones, privilegiando a las minorías, lo que es justo, equitativo y necesario.
El avance de la mujer en nuestros días ha sido notable. Asombroso. Cada vez viene demostrando mayor aptitud y capacidad, superando obstáculos y limitaciones en todos los campos del saber humano. Ella no necesitó cuota mínima para abarrotar las aulas universitarias y alcanzar notas excelentes y empleos importantes.
En política se juega el destino de una nación; y no siempre se juega limpio. Los intereses particulares suelen anteponerse al interés común. La obediencia y la disciplina ciega del militante desplaza la integridad ciudadano. No es el caso de Francina, por supuesto, a quien le deseamos buena suerte.

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