Recientemente tuve la oportunidad y placer de conversar con la Excelentísima señora embajadora de la República Argentina en República Dominicana, en ocasión de los 200 años de la independencia de ese pueblo que, en verdad, derrocha amistad, generosidad y solidaridad. Siempre ha sido así. El hilo conductor de la conversación fue la gesta de un héroe continental, que para mí, apasionado de la historia latinoamericana, es uno de los próceres preferidos. No obstante la existencia de estatuas, escuelas así nombradas y hasta una notable avenida bautizada con su nombre en esta ciudad capital, su quehacer no ha sido muy difundido. Sí, hablamos del general José Francisco de San Martín y Matorras, de quien más se debiera decir y anhelar la omnipresencia global de sus excepcionales virtudes ciudadanas y patrióticas. De la Argentina de hoy día se pueden abordar varias cosas pero hablemos de una de las personalidades salidas de sus más excelsas entrañas y entregada a Latinoamérica.
Su genio y coraje militar fueron cruciales para la independencia de Argentina, Chile y Perú así como para consolidar la independencia del resto de las repúblicas americanas. En justicia, en Argentina se le considera el “Padre de la Patria” y “Libertador”, estimándolo como el principal héroe en el Panteón Nacional. Para Perú es el “Fundador de la Libertad de Perú”, el “Fundador de la República”, “El Generalísimo de las Armas” e, igualmente, “Libertador” del país. En Chile el Ejército le reconoce el rango de “Capitán General”. Viviendo la familia en España se forjó una exquisita formación intelectual y profesional. Ingresó a la carrera militar prácticamente niño, participando con brillantez y arrojo en varias campañas: en el Norte de África, en 17 acciones, y contra la invasión francesa durante las guerras napoleónicas. Sin embargo, la nostalgia y el ardor por contribuir a la liberación de la tierra de sus orígenes, lo llevó a renunciar e iniciar el viaje de regreso, vía Londres, donde entró en contacto con Francisco de Miranda, “El Precursor”, quien ya albergaba sus planes independentistas americanos. Ya de nuevo en su patria se incorporó a la causa emancipadora con acciones y percepciones estratégicas que contribuyeron rápidamente a cambiar el curso de la historia. Con perspicacia enseguida comprendió la urgencia de la liberación de Perú. Para ello atravesó Los Andes – el haberlo hecho en solo 24 días es para muchos la mayor hazaña militar sudamericana- para romperle el yugo a Chile y, de acuerdo con su concepción estratégica, embarcó a la tropa para desembarcar en Perú que era, en aquellos momentos, el centro neurálgico del poder español en el subcontinente, por lo que su derrota llevaría al descalabro del mismo. Sostuvo una reunión de coordinación con el héroe chileno Bernardo O’Higgins y posteriormente otra con Simón Bolívar.
Nos dejó un legado enorme; grandeza militar y de carácter junto a una trayectoria limpia y renuncia al poder político muriendo en pobreza. Siempre puso por delante el interés patrio más que el grupal o partidario. A Bolívar le entregó su ejército y declinó a favor de O’Higgins el poder que le ofreció Chile.