El gesto del presidente electo

El gesto del presidente electo

El estado de preocupante crispación en que discurrió el recién finalizado proceso electoral, concluyó sin sorpresas en términos de los resultados de la votación, pero sí con un esperanzador gesto de parte del presidente electo, Leonel Fernández, al expresar su voluntad de iniciar una nueva página en las relaciones entre los actores políticos del sistema, sin confrontaciones ni tensiones, al tiempo que reconocía y valoraba el gesto enaltecedor de su contrincante: el presidente-candidato quien inmediatamente reconoció su derrota.

El presidente electo tiene la suficiente experiencia e inteligencia para saber calibrar el significado de la masiva votación a su favor y en contra de una gestión que se caracterizó por la intolerancia y el atropello verbal contra sus críticos, además por sus graves y constantes errores. Sabe también, que el desbordante entusiasmo de sus seguidores, de su cuerpo electoral, y la satisfacción que muchos sentimos por su triunfo, es un fenómeno que se está produciendo en otros países como expresión de una generalizada y esperanzadora tendencia de los pueblos a penalizar a gobernantes que se han distanciado de sus expectativas.

El mapa político del país de estas elecciones, a nivel nacional, está pintado de manera casi absoluta del color del el Partido de la Liberación Dominicana, PLD. Las tres manchas blancas, representando tres provincias y unas cuantas más en el mapa municipal pueden ser leídas, más que como la dimensión del triunfo de ese partido, como la dimensión de sus responsabilidades ante la nación dominicana y de sus oportunidades. Igualmente es una expresión gráfica del significado de la derrota del Partido Revolucionario Dominicano, PRD, cuya dirección tiene que meditar profundamente, porque es una copia fiel, pero al revés, de lo sucedido en el 98, el 2000 y 2002.

En las cámaras legislativas, en términos numéricos, el gobierno que acaba de surgir es minoritario, pero en el país real, en términos de legitimidad, no. La correlación de fuerzas en la realidad se ha recompuesto, por lo cual, el PLD y su presidente electo, deben evitar la trampa de gobernar con el síndrome de su baja matrícula en el Congreso y en los municipios y la tentación de poner todos sus esfuerzos en tratar de revertir esos números en las próximas elecciones congresionales y municipales, sus posibilidades de poder van más allá de esos espacios formales. Es en otros espacios, en los municipios, como lo dice el nuevo mapa político dibujado por los electores, donde radican sus oportunidades de lograr el nivel de gobernabilidad que la votación sugiere.

Hay un profundo y generalizado deseo de que las cosas cambien, la población no solamente votó para penalizar el causante de la crisis, sino con la idea de crear una nueva perspectiva de su futuro. A pesar del entusiasmo de estos días, subyace en gran parte de ese conglomerado que votó casi con rabia, una suerte de condicionamiento del voto, que se expresa de diversas formas. Se esperan resultados a corto plazo, un nuevo comportamiento de las autoridades electas; se espera un cambio, no solamente en la forma de conducir el estado, sino con reales signos y hechos donde se manifieste un freno en seco de las principales expresiones de la crisis.

El presidente electo conoce perfectamente la diversidad de casos de nuevas mayorías que surgen de gobiernos impopulares de diversos signos, sabe que además del sentimiento de repulsa que se expresa en las urnas, en el elector hay una profunda creencia de que sacando del poder al responsable de la crisis que lo acogota, su presente cambiará de inmediato y por vía de hecho recobrará su esperanza por el futuro. Los gobiernos que surgen como rechazo a crisis de la dimensión de que tenemos, generan más expectativas que los surgidos en condiciones relativamente normales. Por eso es tan recurrente, en la historia de los gobiernos, la tendencia a que las mayorías percibidas como progresistas tienden a ser prontamente desbordados por las demandas sociales.

Eso lo sabe el núcleo duro del partido del nuevo equipo de gobierno y de su presidente, y deben saber también que lo más urgente y lo más importante para el futuro de este país, es que de manera definitiva una fuerza política enfrente con seriedad la institucionalización de las instancias políticas, de participación y económicas claves de esta sociedad y no el simple mejoramiento del servicio en una que otra oficina del estado.

No ha sido uno, sino varios gestos del presidente electo en la presente coyuntura post electoral, que motivan la esperanza de que tiene pleno conocimiento del país real que tiene ante si, y las tareas más urgentes que debe acometer. Sabemos las dificultades y limitaciones del nuevo equipo de gobierno, no solamente por la dimensión de la crisis que enfrenta, sino por los intereses envueltos en la abigarrada alianza política y de poderes fácticos que posibilitaron su triunfo, pero, si existe voluntad para hacerlo, esas limitaciones también pueden ser redimensionadas si se aprovecha la presente subjetividad por lo resonante que ha sido el triunfo.

Sólo resta esperar que él pueda aquilatar esta realidad, aprovechar las oportunidades y evitar la repetición de viejos errores. Es ése mi deseo, no solamente por su bien en términos personales, sino por este pueblo que tanto ha esperado un momento de alegría duradera. Que se la dé uno de los suyos sería un signo más que esperanzador…

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