El gigantesco Plácido Domingo

El gigantesco Plácido Domingo

Las acciones conjuntas del eficaz Consejo de Directores de Sur Futuro, impulsados por Melba Segura de Grullón, a cuyo encomiable trabajo se incorporan  grupos de prominentes empresarios,  admiradores de estos nobles empeños y reverentes ante un artista de prestigio mundial, nos han permitido disfrutar de una noche excepcional.

   Sur Futuro, fue apoyada además por la Fundación Sinfonía, nacida del entusiasmo del recordado amigo Pedro Rodríguez Villacañas, cuyos esfuerzos culturales han sido continuados  por la viuda de Pedro, Margarita Copello; también recibió la positiva colaboración del Ministro de Cultura, Lic. Lantigua,  para presentarnos a  Plácido Domingo, con Nancy Fabiola Herrera, Íride Martínez, la Sinfónica Nacional y la dirección de Ramón Tebar.

  Plácido Domingo es un gigante del arte. No solo por su formidable voz,  musicalidad y vitalidad, sino por su generosa e inteligente apertura respetuosa a todo género de música.

   Contrario a lo que el joven Claude Debussy escribiera en una carta fechada en 1893 a su colega Ernest Chausson, carta en la cual Debussy opinaba que “La música debía haber sido realmente una ciencia hermética, conservada en textos con una interpretación tan extensa y difícil que habría desanimado de seguro a todo ese tropel de gente que se sirve de ella…”  yo creo –y me acompaña nada menos que Beethoven- que la música  es un medio de trascender,   penetrar y estimular altos valores humanos,  dejando nuevos panoramas espirituales, señalando grandezas del Creador, que aún no son comprensibles y tal vez nunca lo sean.

   Creo en las unificaciones posibles. Creo que todos tenemos derecho a disfrutar la belleza que nos rodea, observándola con más detenimiento que las miserias y carencias que nos entristecen.

   Creo en la educación, en su capacidad modificadora, aunque no sea fórmula exitosa en cien por ciento.

   Plácido Domingo muestra un respeto por las culturas y los niveles de desarrollo. Puede iniciar su presentación con Richard Wagner y su aferramiento teutónico y pasar por decenas de otras expresiones raciales, culturales, emocionales, con igual respeto, dando lo mejor de sí –que es muchísimo- y exigiéndolo de quienes le acompañan.

   Para mí, su inclusión de Wagner en el programa presentado en el Teatro Nacional el pasado domingo 4 del corriente, fue testimonio educativo de una altitud moral, intelectual y sensorial digna de un sabio maestro.

   La Sinfónica Nacional mostró nuevamente su flexibilidad ante un director eficiente y bien dotado como el joven Ramón Tebar.

    La celebración del Décimo Aniversario de la Fundación Sur Futuro con esta presentación centrada en el eminente Plácido Domingo, marca un hito en la anchura visual  de esta institución benéfica que caló en el gran artista, lo cual demostró en la inusual y extensa sucesión de “encores” que ofreció junto a sus excelentes compañeros de escenario, que enfrentaban una audiencia      ávida, que colmaba la capacidad de nuestro Teatro Nacional.

Hay quienes minimizan la importancia general de un acto centrado en élites, pero son  las élites, las personas y entidades de poder económico, las que están en condiciones de mover y favorecer a las clases sociales más débiles.

Sur Futuro es una inspiración incitante.

Plácido Domingo también.    

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