¿El gobierno de las virtudes?

¿El gobierno de las virtudes?

MAGINO CORPORÁN LORENZO
¡Qué bueno saber que su alma no ha endurecido, Señor Presidente! En acto de juramentación, como León de Honor, miembro del Club de Leones Santo Domingo, el Presidente Fernández declaró: «Los valores morales y éticos deben ser el estandarte de las actividades del gobierno, la sociedad y la familia».

Dijo más: «Hay que luchar desde el gobierno, el sector privado y la familia para que la moral y la honestidad sean las virtudes que dirijan nuestras acciones.» Continuó diciendo el mandatario: «Con autoridad moral se podría transformar el mundo». Y agregó: «pero con toda la riqueza del mundo y sin autoridad moral no somos nadie»: Hoy, 23/04/05.

Confieso mi satisfacción por lo dicho, porque quien lo dijo fue el primer servidor público de la nación, el primero entre sus iguale,s apoderado (el Señor Presidente) de la más alta investidura que el pueblo otorga (el pueblo es el poderdante). También por el lugar en que fue dicho (salón Las Cariátides), espacio en donde la retórica hueca, sea esta académica, jurídica o política, no debe tener cabida; allí todo debe ser solemne, se actúa en nombre del pueblo, del Estado, del gobierno.

Ahora que el servicio leonistico es cosa común entre Usted y yo, permítame este diálogo franco. Este pensar en voz alta en su presencia (su alta vocación por la lectura me permite imaginarlo frente a frente) sobre algo que oscurece la República y nos pone en evidencia ante el concierto de los países del mundo como un Estado de derecho sin instituciones, medio caricaturesco.

Compañero león Lonel Fernández, la República Dominicana tiene, según estiman conocedores, de un 20 a un 30% de personas indocumentadas, de apátridas. De personas humanas que ni existen (no existen según la ficción jurídica), ni pueden ellas acceder a ningún servicio, o si acceden, lo hacen en total desventaja y discriminación, ni demandar derecho ante tercero. Pero usted y yo sabemos que ellos existen, ellos están ahí y, por estarlo consumen, aportan al fisco, nacen, se multiplican y mueren, en un círculo; falta que los reproduce cada vez más pobres, más ignorantes, más indignos. La situación descrita a la vez nos delata, evidencia la deficiencia de casi todas las gestiones presidenciales habidas en la República, contados entre ellas Usted con un mandato, corriendo para dos.

León Presidente de la República, el drama es dantesco, hay lugares con dos y tres generaciones de indocumentados dominicanos. Este es un verdadero circulo vicioso que los condena a vivir en la más espantosa pobreza: el absurdo, la «no existencia» – existiendo, el desprecio. Compañero león, a estos seres humanos, hermanos suyos y míos ¿verdad?, sin hacerlos personas no hay rutas que los conduzcan a la civilización y al desarrollo. (Dejemos para luego lo de modernidad y post -modernidad que en su lógica diaria, la de ellos, a éstas no alcanzan ver, ni mucho menos entender.) Hay que buscar un punto de equilibrio. ¿Seremos ciertamente post- modernos con tanta gente sin documentos civiles, es decir, con tantos muertos civiles?

En nombre de la ética, de la moral, amparado en la fuerza que le da la autoridad obtenida por el mandato popular, en la autorización ganada por cumplimiento de los compromisos creados con el olvidado pueblo, esto es lo más importante, (penosamente un poco frágil en los últimos días) y en la inspiración popular que se generará si se pone en práctica lo dicho por Usted: «Pero con toda la riqueza del mundo y sin autoridad moral no somos nadie». Presidente, yo creo en eso que Usted dijo. Entonces, desnudemos y cambiemos temprano esta realidad que escondemos pero que existe a la cara de todos. Nos persigue a todos como un fantasma nacional. Vergüenza de ayer. Vergüenza de hoy. Tragedia de mañana si no actuamos ahora.

Es más, Usted puede echar un gran compromiso a los leones dominicanos; esta sociedad dispone de recursos humanos que bien pueden ser aprovechados a favor de convertir en «personas» a tantos seres humanos, sin excluir iglesias, ONG’S, organismos oficiales, organismos internacionales que tienen estudios y experiencias que permitirán diseñar un plan maestro, eficaz y eficiente. Solicito respetuosamente al Señor Presidente declarar de interés nacional documentar civilmente a todos los dominicanos que no lo estén. Sería la más sabia inversión pública para erradicar la pobreza. ¡Ponga su vocación de servicio, su autoridad legítima y su todavía alta autorización, a favor de romper el eslabón que impone más barreras a quienes quieren superar la pobreza; ser indocumentados civiles!

Siempre se puede hacer algo mejor. Es preferible integrar toda esta gente a la sociedad, que tener que desangrarnos cuando se levanten los excluidos.

La peor vergüenza ética y moral la constituye excluir tantos seres humanos de las posibilidades de ser personas social y jurídicamente. Es la más viva expresión de la debilidad y crueldad institucional del Estado dominicano.

Compañero león, un documentado, desde cuando lo es, es como un iletrado cuando deja de serlo. Ambos se sienten ricos, pletóricos, experimentan la felicidad, parecen avecillas liberadas de las jaulas de lo brutal, de lo indigno, de lo miserable, de lo espantoso.

En su reconocida carrera de maestro le habrá tocado ser testigo de excepción de la felicidad que, junto a sus padres y maestros, experimenta un niño alfabetizado; las graduaciones de: «Ya sé leer. ¡Verdad, es este el logro más elevado de maestro alguno!

La obra de alfabetizar se agiganta cuando el milagro se logra con un adulto (de esto saben mucho los jesuitas, en su larga y positiva trayectoria en la Escuela Radiofónica Santamaría). Yo también, antes de ser León, en el ardor juvenil del compromiso (felizmente todavía ardo) con la justicia y los más sanos valores de la humanidad, alfabeticé adultos en barrios y campos que hoy están fuera de la pobreza donde se encontraban. ¡Bravo!, uno se siente útil, así como, ¡caramba, que bueno que existo! ¿Verdad Presidente?

Servir para ser libre es una noble causa. El Hidalgo caminante de la Mancha nos legó la capacidad de soñar por la libertad; la define así: «Es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida y, por el contrario el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres». Los dominicanos indocumentados no sólo no son libres, sino que ni personas son. Ese es el peor crimen, es crimen de Estado, además se revertirá contra la sociedad, un boomerang, barrerá con todo, nos condena a la barbarie social. Tampoco libre es un gobernante que no estimule las virtudes entre su gobernados y los defraude. ¡Luche, luche, luche, Señor Presidente por sus sueños morales y éticos, asegure la gloria! Eso sí, camine como Luis XIV, que contrató un bufón y le asignó la tarea de repetirle cada treinta minutos: «¡Luis, Luis, tú eres humano, tú eres humano!», y así se cuidaba de los adulones y el endiosamiento. Los adulones no trascienden, ellos impiden y bloquean la trascendencia de los grandes hombres y mujeres, son viscerales (puro estómago e intestino), son manipuladores, mentirosos, «dan» lo ajeno como si fuera suyo, estos señores y señoras no conocen de virtudes.

Su buen arte ético y moral de gobernar, Señor Presidente, lo premiaría con la gloria de la historia, nunca sería Usted un pobre Ex Presidente olvidado y solitario. Todo lo contrario, su epitafio sería grande y elocuente: «yace aquí el Presidente que cambió el rumbo a 512 años de historia de hurto y despilfarro en este gran país digno de gerentes serios y capaces». He aquí el transformador. Eso legó él para honra de todas las generaciones de dominicanos presentes y las por venir.

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