El gobierno perfecto

El gobierno perfecto

DARÍO MELÉNDEZ
No existe gobierno perfecto, todos los gobiernos favorecen unos en perjuicio de otros. Sólo la unión espontánea de personas para organizarse civilmente, como un club, deja al individuo en libertad de acatar las reglas o no acatarlas, renunciar al grupo si así lo prefiere, es la forma de establecer una sociedad libre; todo miembro de un club, acata las reglas porque él mismo, con su ejemplo, las expone y las cumple, si rehúsa adaptarse, desiste de pertenecer a esa sociedad. La sociedad civil excluye al disidente que no comparte una convivencia civilizada.

Una nación se crea separándose de un Estado para constituir otro Estado; un nuevo gobierno, con las mismas características, dirigido por adalides independentistas que se autoproclaman gobierno; luego, las arbitrarias y abusivas disposiciones del nuevo régimen disgustan la población, porque la independencia se limita a cargar sobre los hombros del que trabaja los lujosos gastos del Estado y culpar otras naciones de los problemas locales que el costo del nuevo Estado ocasiona. La situación no cambia, el poder pasa de una mano a otra, de igual ideología y similar conformación, dependiendo de las ambiciones políticas de sus mentores. Los acontecimientos no ocurren como esperan las mayorías, al final, la cosas se arreglan como dispone una minoría. Los radicales de hoy son los reaccionarios de mañana. La contienda la ocasiona el rico erario que todos ansían detentar.

Cuando los políticos no logran apoderarse del opulento gobierno mediante su ansían retórica, con la cual acopian votos, procuran alcanzarlo por medios violentos, como ocurrió en Cuba con la revolución de Fidel Castro, sucedió en Nicaragua y sucede casi a diario en Africa con las continuas guerras que allí se escenifican. Las guerrillas en Colombia, México, Nicaragua, Guatemala y demás países suramericanos, sólo pueden pacificarse aplastándoles o cediendo a los guerrilleros parte del poder estatal, o tomando ellos el gobierno del país para disfrutarlo, lo que no admiten los detentadores del poder. Una vez apoderados del Estado los libertadores aplican las mismas leyes, mantienen las mismas dependencias e imponen los mismos procedimientos gubernamentales. Así hicieron en Nicaragua los sandinistas, tan pronto desplazaron del poder a los Somosa.

La política es pasatiempo de incautos, refugio de fracasados y profesión de ladinos.

Quienes se entretienen en las polémicas partidistas, promueven el mismo entusiasmo que en los campeonatos deportivos, mientras los frustrados buscan en ella algún aliciente en su vida, todo lo cual aprovechan los ladinos para erguirse sobre el embrollo y gobernar.

No se concibe una nación sin Estado. Lenin aseguraba que el triunfo del comunismo culminaría echando la maquinaria del Estado al patio de las chatarras, lo cual carece de sentido; el comunismo ha sido un fiasco porque el ser humano ama la libertad y una sociedad sin Estado es utopía. El Estado es necesario, pero, pequeño y pobre, reducido a su mínima expresión, simple orientador del individuo que es el núcleo de la sociedad. El Estado autoritario lo crean y sostienen los políticos para mantenerse vigentes y disfrutar las riquezas nacionales estatizándolas y apabullando las protestas, reacciones adversas que los oprimidos exhiben contra la carga de los impuestos.

El concepto de democracia, donde se supone que cada uno puede externar su opinión y encaminar sus deseos mediante el voto, con el cual cada grupo designa uno o más representantes para que defiendan sus derechos, mediante el ejercicio del gobierno, es una ilusión más de tantas que se exponen en el ejercicio político. Los pueblos irresponsables acatan ese sistema, porque no se disponen hacer frente a las necesidades mediante su propia iniciativa, mediante una permanente vigilancia de sus derechos y deberes, para no trabajar, buscan delegar sus derechos en un padrino.

La democracia representativa deviene en oligarquía compuesta por los elegidos.

En sí, el concepto democracia, como se aplica hoy día, no es otra cosa que la forma de hacerse representar en un evento, en este caso el gobierno. Quienes creen hacerse representar en la administración pública, donde intervienen tantos y tan disímiles intereses, mediante una simple boleta electoral, depositada a favor de un candidato o caudillo, en poco tiempo ven frustradas sus esperanzas, toda vez que un simple voto no significa nada frente a un poder tan amplio y complejo, cargado de traumas y reclamos, como es un gobierno.

Si la población se dispone a trabajar para su beneficio, crear fortuna personal que le proteja y garantice estabilidad en el futuro, sin depender del Estado y el Estado se dispone a reducirse para permitir el ahorro y la inversión, el país progresará y el gobierno irá siendo menos costoso; las personas, al necesitarse unas de otras, se relacionan mutuamente y las querellas se reducen a simples malos entendidos que la sociedad, muda y austera, tácitamente resuelve.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas