El golpe de Estado de 1963 (2 de 3)

El golpe de Estado de 1963 (2 de 3)

HÉCTOR LACHAPELLE DÍAZ
En acuerdo a testimonio del primer teniente (r) Alfonso Román Martínez, E.N., el 16 de julio, día en que el presidente Bosch fue convocado a una reunión en la Base Aérea de San Isidro, en las filas del ejército ocurrió lo que tanto él como el primer teniente (r) William A. García Duval llaman «el desparpaje».

Sucedió, según Román Martínez, que luego de la reunión del presidente Bosch en San Isidro, a la que fue citado por la oficialidad para indicarle sus aprehensiones con respecto a supuestas actividades comunistas, hubo otra reunión del alto mando militar del Ejército Nacional. Esta reunión se verificó en el Campamento Militar «16 de Agosto». Fueron citados muchos oficiales a la misma, incluyendo los que, por su posición profesional, eran de hecho contrarios al statu quo, por lo tanto eran, mínimamente, sospechosos, oficiales de lo que había que tener cuidado.

Y se inició «el desparpaje». Muchos de estos oficiales fueron trasladados del campamento «16 de Agosto» o del «27 de Febrero». Omito los nombres por el espacio de un artículo para periódico, pero El Seibo, Los Pinos del Edén, Santiago Rodríguez, Rinconcito (Elías Piña), Jimaní, Restauración, Enriquillo, Mao, Nagua, entre otros distantes lugares, vieron llegar a oficiales académicos que por sus ideas dirigidas a la capacitación de las Fuerzas Armadas, eran castigos yendo a parar a esos lugares, algunos inhóspitos, donde también algunos no tenían tropas para impartir instrucción, siendo todos ellos profesores.

El «desparpaje» debilitó los planes que desde la Academia de las Fuerzas Armadas, sita en San Isidro, llevaba el teniente coronel Fernández Domínguez y su Plana Mayor. ¿Porqué? Pues porque ya no se contaba con esos oficiales que pertenecían al batallón de infantería que tenía su asiento en el «16 de Agosto», ni con los oficiales de la 28va. Compañía del «27 de Febrero», ambos campamentos en Sans Souci. La 28va. Compañía estaba dotada de ametralladoras y morteros. El teniente coronel Fernández Domínguez y su Plana Mayor contaban con la reacción positiva de oficiales de estos dos campamentos, quienes tomarían el control de las unidades.

Como refuerzo se enviarían cadetes debidamente armados, para comandar pelotones y otras misiones, a los cuales se les dotaría de armas largas, para defender el gobierno constitucional del presidente Bosch, como cuando éste fue convocado por la alta oficialidad de San Isidro a la reunión de marras. También ese plan estaba previsto para evitar un posterior golpe de Estado. Pero ya no contábamos con que las tropas de Sans Souci serían comandadas por esos oficiales: gran parte de ellos, que pensaban profesionalmente, habían sido «desparpajados» por todo el territorio nacional. Posteriormente serían cancelados sus nombramientos que los acreditaban como oficiales.

Volviendo a la reunión a la que fue invitado Bosch a la Base Aérea de San Isidro, el teniente coronel Fernández citó a su vez en la Academia Militar de las Fuerzas Armadas Batalla de Las Carreras al grupo de oficiales que constituían los hilos conductores de sus planes constitucionalistas. Se creyó que ese día podían derrocar al presidente. Se tomaron las medidas de lugar. No ocurrió lo que se preveía. Después Bosch hablaría por televisión al país para explicar lo sucedido.

Con esta reunión presidida por Fernández Domínguez, habíamos pasado el Rubicón. La suerte estaba echada. Ya no se podría dar un paso atrás, «ni para coger impulso».

En la medida en que avanzaba la conspiración contra el Gobierno Constitucional de Bosch, gobierno que algunos sectores catalogaban de comunista amparados en el período de la Guerra Fría, los aprestos organizativos para impedir su derrocamiento también avanzaban, bajo la jefatura del teniente coronel Fernández Domínguez y un grupo de oficiales que pensaban como él.

Al llegar el mes de septiembre, la conspiración contra Bosch había tomado mucha fuerza. Pero también los constitucionalistas teníamos muchos «cabos» atados. Pero sucedió lo inesperado. Al coronel Fernández Domínguez, capitán Lachapelle Díaz y primer teniente Franklin Imbert, director, comandante del Cuerpo de Cadetes y Encargado de la Sección de Estudios de la Academia Militar, respectivamente, se les ordenó que se prepararan para llevar a cabo un viaje a las academias militares de Brasil, Argentina, Chile y Venezuela, con la aparente finalidad, según se les ordenó, de tomar las experiencias de las academias militares de esos países, para hacerle reformas a la de República Dominicana. Partieron los oficiales con la premura exigida. Al llegar a sus destinos no se habían dado los pasos diplomáticos de estilo. Cuando llegaban, ni los embajadores dominicanos sabían el motivo del viaje. Tuvieron que hacer contactos por ellos mismos para visitar las academias de Argentina y Chile. Se perdió un tiempo precioso en Brasil y Venezuela sin visitar sus academias. Fernández Domínguez debió estar en el país, al cual retornamos el 22 de septiembre: 3 días antes del golpe de Estado.

Me parece que esa fue la finalidad del viaje: obstaculizar los planes del teniente coronel Fernández Domínguez.

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