El golpe de Estado y la verdad histórica

El golpe de Estado y la verdad histórica

FABIO RAFAEL FIALLO
Al escribir sobre acontecimientos e hitos de nuestra historia, el autor del presente artículo siempre ha tratado de respetar dos principios deontológicos fundamentales. Primero, apuntalar sus argumentos con estudios precedentes y, sobre todo, con declaraciones de los propios actores de esos hechos y de otros personajes que desempeñaron un papel señero en nuestro pasado. Segundo, brindar al lector la fuente de esos estudios y declaraciones, para que pueda hacerse una idea propia de los fenómenos analizados y del grado de validez de los diferentes puntos de vista.

En un artículo publicado en el Listín Diario del 24 de agosto pasado, bajo el título «La gramática parda del golpismo no ha pasado de moda», el señor Matías Bosch presenta una crítica a opiniones vertidas por mí en artículos publicados en este prestigioso periódico Hoy. Lo que me sorprendió de entrada fue que su autor se abstiene totalmente de brindar la fuente de mis publicaciones. No da el título ni la fecha exacta de mis artículos y se limita a decir que los mismos fueron publicados «entre 2006 y 2007» en un «prestigioso rotativo nacional», sin siquiera dar el nombre del mismo. Más aún, critica con particular vehemencia mis argumentos con respecto al funesto golpe de Estado de 1963; ahora bien, esos argumentos, yo comencé a presentarlos en una serie de artículos publicados bajo el título «La gramática oculta del golpismo», no en 2006 o 2007, sino en noviembre y diciembre de 2005. Esto priva al lector de la posibilidad de consultarlos y comparar las críticas que hace el señor Matías Bosch con los argumentos que defiendo yo.

El Sr. Matías Bosch arguye que hago «gala de un antiboschismo no visto por estos lados desde hace mucho», cuando en realidad lo que hago es poner de relieve ciertas contradicciones existentes en posicionamientos y declaraciones del propio profesor Bosch.

Con relación al golpe de Estado, como apunto en mi «Gramática oculta del golpismo» (Hoy, 4 de noviembre de 2005), es cierto que en un inicio el Profesor acusó a Viriato Fiallo de haber sido el principal instigador del golpe (ver Juan Bosch, «La gramática parda del golpismo», Life en español, 11 de noviembre de 1963), al mismo tiempo que descargaba al gobierno norteamericano de toda responsabilidad en dicho golpe, afirmando que «el retiro de la misión diplomática y de ayuda (de Estados Unidos) demuestra que los Estados Unidos nada tuvieron que ver con la situación» (El Caribe, 7 de octubre de 1963), y añadiendo ulteriormente: «Estoy seguro de que al reconocer a quienes gobiernan hoy a la República Dominicana, el Presidente Johnson tuvo en cuenta, sobre todo, los mejores intereses de la democracia continental, aunque ello perjudique, por el momento, la causa de la democracia dominicana» (ver «Bosch emite juicio», Listín Diario, 15 de diciembre de 1963).

No obstante, como también explico en mi artículo «La gramática oculta del golpismo» (5, 19 y 22 de noviembre de 2005), el Profesor realiza a partir de 1976 un giro de ciento ochenta grados y atribuye la responsabilidad del golpe de Estado, ya no a políticos dominicanos en general o a Viriato Fiallo en particular, sino al presidente Kennedy y a la misión militar norteamericana de 1963, añadiendo que los militares que derrocaron su gobierno en 1963 «fueron instrumentos inconscientes de la misión militar norteamericana» (ver el artículo del Listín Diario del 27 de septiembre de 1976 intitulado «Bosch culpa EU caída de su régimen»; así como dos artículos de Bosch intitulados respectivamente «La historia secreta del golpe de Estado de 1963» y «La intervención yanqui en el golpe de 1963», publicados en el Listín Diario los días 25 y 29 de septiembre de 1981). Invito al Sr. Matías Bosch que cite, con fuente y fecha, una sola declaración, no de Fulano o Mengano, sino del propio Profesor Bosch, en la que, después de su viraje interpretativo, haya seguido acusando a Viriato Fiallo por el golpe de Estado o haya señalado la existencia de una connivencia cualquiera entre Fiallo y el gobierno de Kennedy.

Pero eso no es todo. Veintiocho años después del funesto golpe, Bosch define el mismo como «la última acción importante del trujillismo», reconociendo así la influencia decisiva del trujillismo en dicho golpe (ver artículo en el diario La Noticia del 26 de septiembre de 1991 titulado «Bosch: país supera época golpes de Estado»). Dejando de lado la influencia del famoso «Borrón y cuenta nueva» en la supervivencia del trujillismo después del tiranicidio, lo que puede afirmarse sin ambages es que si de algo no se puede acusar a Viriato Fiallo es de trujillista; y si ese golpe fue la «última acción importante del trujillismo», entonces el archiantitrujillista Viriato Fiallo no pudo haber tomado, como de hecho no tomó, parte alguna en dicha acción (ver mi artículo «Viriato Fiallo y el golpe de 1963», Hoy, 3 y 7 de octubre de 2006).

Por otra parte, no soy yo, sino el Profesor Bosch quien en 1961, mientras Manolo Tavárez y Viriato Fiallo se baten con denuedo contra los remanentes del trujillismo, lanza su «Borrón y cuenta nueva» y llega hasta proponer un gobierno de «concentración nacional» con Ramfis Trujillo en el puesto clave de Secretario de las Fuerzas Armadas (ver mi artículo «Versatilidad política, Hoy, 18 de abril de 2006).

No soy yo, sino el Profesor Bosch quien, en conformidad con su «Borrón y cuenta nueva», atribuye a consideraciones de clase la prioridad dada en 1961 por el 14 de Junio a la destrujillización, arguyendo en su «Crisis de la democracia» que los hombres y mujeres de ese heroico movimiento procedían «de la alta y la mediana clase media» y «reaccionaron como miembros de una casta, no como jóvenes revolucionarios» (a este respecto, ver mi libro «Final de ensueño en Santo Domingo», pp. 265 269).

Tampoco soy yo, sino el Profesor Bosch quien, en su «Crisis de la democracia» declara que «la soberanía reside sólo en el pueblo y lo que éste decide por voluntad mayoritaria es sagrado, y por tanto debe ser admitido sin un titubeo por todas las partes», pero luego, en 1978, no apoya a quienes exigían a Balaguer acatar la voluntad mayoritaria y entregarle el poder a Antonio Guzmán.

Por último, no soy yo, sino el propio PLD, el que, después del lamentable fallecimiento de don Juan, hace la crítica de la actitud asumida en 1978 por su fundador: «Justo es consignar que en 1978 el PLD no reconoció la importancia que significaba la derrota de esa maquinaria de fraude y atraso que representaba el conservadurismo de las fuerzas que sustentaban el poder del Dr. Balaguer. Argumentando la necesidad de evitar la intromisión extranjera en los asuntos internos del país, la posición del partido no se correspondió con las sentidas aspiraciones de la mayoría del país que reclamó el respeto a la voluntad popular.» (tomado de www.pld.org, sección «Historia», actualizado el 5 de diciembre de 2004).

Por otra parte, el Sr. Matías Bosch atribuye a Viriato Fiallo segundas intenciones e intereses aviesos no sólo en la posición que asumió durante el gobierno del Profesor Bosch y ante el golpe de Estado de 1963, sino incluso en la gallarda actitud que, sin doblez alguno, observó durante la nefasta Era. De estas críticas del Sr. Matías Bosch me ocuparé en un artículo ulterior.

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