In Memoriam
Si transitabas por los pasillos de la Autónoma (UASD), no importa si de la Facultad de Ingeniería, de Ciencias Económicas o de Humanidades, en los años tenebrosos y apasionantes de inicios de la década del setenta, eran parte del folclor las discusiones entre maoístas, leninistas, prosoviéticos, camilistas (seguidores de Camilo Torres).
Grupos de estudiantes y a veces profesores, en número que variaba entre una decena y hasta más de cincuenta personas rodeaban a los dos polemistas.
Era como el Coliseo y los gladiadores. El tema podía ser el significado de la Revolución Cultural China, el carácter nacional burgués y anti terrateniente o socialista de la revolución dominicana o la justificación del foco guerrillero y la lucha armada del “campo a la ciudad” para derrocar el régimen reaccionario y neotrujillista de Joaquín Balaguer.
Sin duda, la voz más elocuente y de mayor fuste de Fragua, brazo estudiantil de la Línea Roja del 14 de Junio y el grupo universitario mayoritario que dirigía la Federación de Estudiantes Dominicanos en ese entonces, era un tal Gordo Oviedo.
Vestido del clásico atuendo revolucionario de camisa caqui mangas largas remangadas, pantalones jeans y media botas de faena, el no tan gordo para esa época José Ernesto Oviedo Landestoy parecía una mezcla entre Robespierre y el eterno Che Guevara.
Para mis ojos de bisoño estudiante de Economía, la figura del Gordo Oviedo adquiría ribetes míticos.
Qué borbotón de ideas, qué memoria citando párrafos enteros del Libro Rojo del camarada Mao, qué elegancia en la vehemente gestualidad, desafiante y a la vez rítmica.
Nunca supe de qué se graduó el Gordo, pero su inteligencia filosa e irónica (una cualidad que se escapa a los menos dotados), le hubiese hecho brillar en cualquier campo de las ciencias.
Pasaron los años, me hice economista y menos comunista, nos cruzamos a veces cuando colaboré en la elaboración de los documentos estratégicos y programáticos del PTD de María y Esteban Díaz Jáquez a mediados de los ochenta. Mi vida política luego transitó por el departamento de doctrinas y la Comisión Económica del PRD de José Francisco Peña Gómez.
Después nos volvimos a ver en la menos tensa vida bohemia de la Zona Colonial, donde coincidíamos en bares y parques de la “citadel” romántica que le evocaban el Barrio Latino del París de 1968.
Políticamente más distanciados, pero con el mismo cariño de la buena amistad, nuestras conversaciones giraban en torno a la izquierda latinoamericana y el ciclo político de los gobiernos de izquierda en Sudamérica conocido como la Marea Rosada de: Chávez en Venezuela, el PT de Lula en Brasil, Evo Morales en Bolivia, Correa en Ecuador, los Kirchner en Argentina y José Mujica en Uruguay.
El Gordo tenía un conocimiento enciclopédico de la izquierda en América Latina, además de sus vivencias personales con dirigentes revolucionarios del continente…”como me decía el Comandante Barbarroja”.
Su generosidad y solidaridad lo llevaron a poner esa experiencia y contactos al servicio del país. Independientemente del deliberado mal uso que hicieron los gobiernos del PLD de esa colaboración (clientelismo, corrupción), hay que reconocer que muchos de los programas de asistencia social (Comer es primero, Bono luz, Incentivo a la Asistencia Escolar, etc) que implementaron, fueron de inspiración y diseño de esos gobiernos progresistas como el programa Jefes de Hogar de Argentina que a la vez inspiró el programa Bolsa Familia del gobierno del PT en Brasil.
En gran medida la base electoral que los mantuvo por tanto en el poder se debió a esos planes sociales. El gasto presupuestal en Prestaciones Sociales pasó de RD$1,900 millones en 2005 a RD$60,000 millones en 2019, una tasa de crecimiento promedio que duplicaba el monto cada año.
Es correcto el propósito del nuevo Gobierno de Luis Abinader, continuar estos programas pero a través una reforma institucional los transforme en derechos sociales, no como dádivas paternalistas, y sin el drenaje de la corrupción administrativa.
Esta iniciativa, combinada con programas de empleo, es una intervención del Estado efectiva en la disminución de la pobreza y un cambio en la cultura política de la ciudadanía.
Me harán falta las tertulias con el Gordo…desde donde está me mira sonriente y me guiña un ojo con su proverbial picardía. Estoy seguro que estaría de acuerdo con las palabras del autor de los Poemas eróticos, John Donne: “Ningún hombre es una isla, ni se basta de sí mismo…La muerte de cualquier hombre me disminuye porque soy parte de la humanidad; así, nunca pidas a alguien que pregunte por quién doblan las campanas; están doblando por ti”.