El gran desorden del transporte

El gran desorden del transporte

Desde sus lugares más céntricos hasta su periferia Santo Domingo es una ciudad abatida por la falta de orden en el tráfico y el uso ilegal de espacios públicos en los que  se  concentran vehículos de transporte público, comenzando por el ineficiente “Concho”  e incluyendo una gran cantidad de minibuses   a cargo de choferes que en su mayoría conducen  como si los inspirara la consigna de  “todo se vale” para detenerse a tomar  pasajeros donde mejor les parezca. Es notorio que se comportan como  infractores consuetudinarios  de las normas de tránsito. A todo esto, los ayuntamientos de la poblada urbe capitalina muestran insensiblidad ante el estacionamiento “a lo loco” que  es, claramente, una de las causas intensas de los entaponamientos por calles y avenidas.

Como telón de fondo de este desordenado comportamiento está la dispersión de organismos que, en teoría,  tienen que normar y organizar las operaciones del transporte. Se les ve actuar  cada uno por su cuenta, sin un mínimo de coordinación. La Oficina  para el Reordenamiento del Transporte, OPRET, el Ministerio de Obras Públicas, los cabildos y la Oficina de Transporte Terrestre, toman medidas o ejecutan trabajos urbanos que no diseñan ni coordinan en el marco de  un Plan Maestro  que garantice  a todos cumplir sus tareas sin estorbarse y sin repercutir tan negativamente sobre los flujos urbanos, como ocurre ahora.

Que el  control entre por casa

El Ministerio de Salud Pública informó del cierre de cinco clínicas privadas en Santo Domingo y Samaná bajo el criterio de que no reunían condiciones para brindar servicios de calidad a los ciudadanos, los que habitualmente se encuentran indefensos por la falta, precisamente, de asiduidad en la supervisión por parte del Estado de las entidades privadas.  El país está lleno de clínicas en locales de mal aspecto y cuestionable equipamiento pero que representan  opciones alcanzables para los ciudadanos de más bajos ingresos.

Pero viene al caso enfatizar que muchos pacientes y sus familiares de extracción  humilde aspiran a que los hospitales públicos no estén pareciéndose a los centros privados deplorables. De varios de ellos, dispersos por  la geografía, también se dan testimonios de precariedades, escasez y malas condiciones físicas. Se trata de establecimientos  a cargo del Ministerio que acaba de decirnos que ha visto pajas en ojos ajenos. 

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