El guardia que cansado de abusos abrazó el mar

El guardia que cansado de abusos abrazó el mar

El Sr.Roberto Antonio Cabrera Rivera, pescador y fabricante de hamacas en el Malecon de Sto.Dgo. Hoy/Fuente Externa 22/10/20

Cuando en 1970 Roberto Antonio Cabrera Rivera fue cancelado del Ejército por lo que define un atropello de sus superiores, solo tenía la alternativa de ejercer labores duras como la barillería que le destrozó las manos.

Luego descubrió la pesca, el oficio que ejercía de forma paralela, mas fue el que logró atraparlo y hace 50 años lo mantiene entre sus redes, y mejor aún, con los mismos hilos con los que elabora las atarrayas confecciona mayas deportivas y hamacas, y todo eso más que trabajo es la entretención con la que gana el sustento.

Narra indignado cómo lo sacaron después de 13 años de una labor ejemplar, sin tachas, como salió de esas filas sin ninguna perspectiva para mantener a su familia.

“Estaba de jefe de puesto en una comunidad de Santiago Rodríguez, un hombre cometió un abuso, le desbarató la casita a otro y lo detuve, ese señor tenía influencias y al que encerraron fue a mí”, cuenta.

Su crónica detalla los cinco meses preso junto a otros 49 militares, sin disfrute de sueldo, pero asegura que tenían información de un ordenanza de que sus cheques sí eran emitidos.

Motivó a sus compañeros a enviar un telegrama al presidente Joaquín Balaguer que de acuerdo con el informante, dispuso que los soltaran y entregaran sus salarios retroactivos, pero en lugar de eso los cancelaron sin un chele.

El emisario les recomendó volver a escribir al gobernante pero reinaba el miedo y Cabo ya estaba cansado de atropellos y decidió quedar fuera de ese cuerpo.

Todavía ahora entiende que lo justo era retirarlo con disfrute de su bien ganada pensión, lo mismo que a sus compañeros de conducta inmaculada, y a sus 83 años sostiene esa esperanza y confía en que su caso sea revisado.

Aclara que su nombre tuvo un cambio y pasó a Roberto Antonio Cabrera Rosario, para corregir un error del registro civil que le atribuyó los dos apellidos paternos.

En el agua. Cabo, apodo motivado en el rango que alcanzó en la milicia, es un lobo de mar y de tierra, cuya sapiencia imanta a sus compañeros y clientes.
Su activismo le hizo lograr la construcción de la plaza del pescador en 1986, en otra de las gestiones de Balaguer.

Ese espacio en la avenida George Washington, a la altura de la universidad Autónoma de Santo Domingo, es centro de compañerismo, de solidaridad.
Es el segundo pescador que estableció sus anclas en el bello pedazo de malecón. Explica que el primero fue Julio, ya fallecido, y al que agradece la amistad y las diligencias para que edificaran el lugar.

Indica que llegaron después otros más que viven del mar, lo cuidan y lo respetan, porque saben su valor. Aprendieron a amarlo
“Aquí estoy bien, pesco, hago mis artesanías, me zambullo y descubrí que puedo generar ingresos con esto que me gusta”, pone de ejemplo para cerrar.

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